I. DOSSIER BICENTENARIO

Este texto se aproxima al estudio del sujeto y lazo social en nuestra región a partir del análisis del caso del Perú en las primeras décadas del siglo XX. Lo hace tomando apoyo en la noción de configuraciones de sujeto como operador analítico y usando como corpus textos autobiográficos en cuanto se considera que ellos son una vía privilegiada, aunque no única, para este tipo de estudios. Son estas dos premisas, teórica y metodológica, las que, de manera sucesiva, serán explicitadas antes de presentar lo que el estudio empírico sobre el que se fundamenta este texto pone en evidencia sobre el sujeto y el lazo social en el período y país estudiados.

I. ¿QUÉ SON LAS CONFIGURACIONES DE SUJETO?

Hablar de configuración de sujeto es aludir al arte que debe desplegarse para producirse y sostenerse como sujeto en lo social. Pero, también, a que el sujeto es precisamente gestado por ese arte. Se es un personaje digno de su arte en la medida en que se es el personaje que resulta del trabajo de cincelado producido en el marco del encuentro de dos grandes dimensiones. Por un lado, los ideales sociales de sujeto: conjuntos de atributos, variables de una realidad a otra, que se encuentran socialmente a disposición del individuo y se presentan entramados por las retóricas de la aspiración y de lo deseable. Estos toman a veces la forma explícita de figuras del sujeto (modelos morales articulados en torno a grandes valores —como es el caso con los héroes y los santos), y otras veces aparecen como modelos normativos, parciales o fragmentarios. Por otro lado, un conjunto disímil de contextos sociales, que van desde factores estructurales hasta resquicios sociales, desde los cuales los individuos se configuran como sujetos impactados y modelados por sus propias experiencias. Vale la pena detenerse para explicitar lo enunciado.

En primer lugar, los ideales sociales de sujeto pueden ser considerados como un conjunto reconocible de atributos que mantienen una relación lógica de vinculación entre ellos. Un conjunto de atributos (lealtad, cortesía, honestidad o autonomía, para poner algunos ejemplos) que se asocian en ocasiones a figuras sociales de sujeto (la mujer liberada, el trabajador eficiente, el ciudadano consciente, etc.). No todas las normas disponibles en una sociedad se insertan en una configuración de sujeto; y no todas las configuraciones del sujeto toman explícitamente como modelo una figura social de sujeto. Es entre el conjunto plural de normas existentes y la presencia de algunas pocas grandes figuras del sujeto, que se desarrolla el trabajo real de los individuos. El límite principal de muchos estudios en ciencias sociales y humanas es justamente el haber supuesto que solo hay sujeto si éste se apoya sobre grandes figuras sociales. Es así como, para dar un ejemplo proveniente de los estudios sociales, Robert Bellah identifica cuatro grandes tradiciones culturales en los EE.UU. (bíblica, republicana, individualismo utilitarista e individualismo expresivo), cada una de ellas dando lugar a diferentes figuras de sujeto, reduciendo el trabajo de configuración a meras variantes de estas figuras (47-80).

Ahora bien, no todo ideal social de sujeto (ya sea una figura o un conjunto de normas) encuentra el camino para conseguir cumplir una función de modelación del yo, performativa. Los ideales sociales no tienen garantizada su actuación de manera directa y mecánica en la conformación de los sujetos concretos. Para entender su actuación efectiva es necesario concebir un paso intermedio. Un concepto psicoanalítico, el Ideal del Yo1, se ofrece para comprender esta mediación que explica, lo que resulta relevante, la acción siempre desigual y plural de los ideales sociales cuando se los piensa desde la perspectiva individual. Son solo los ideales sociales en cuanto actuantes en el Ideal del Yo, los que podrán aspirar a cumplir la función de orientar las formas de presentación y actuación del Yo.

Pero, y en segundo lugar, las configuraciones del sujeto son tributarias de un conjunto de experiencias sociales que permiten acercarse a los contextos sociales plurales desde los cuales los individuos se producen como sujetos. ¿Por qué? Porque permiten vislumbrar el entretejido de las posibilidades y restricciones para la cristalización de ciertos ideales en las formas de configuración de sujeto particulares.

Dicho de otra manera, si una condición para la performatividad de los ideales sociales es su inscripción en el Ideal del Yo, no obstante, estaño resulta suficiente. Como ya lo había señalado Freud (Psicología), es necesario prestar atención al juego de distancias entre Ideal del Yo y Yo, y las consecuencias que esta distancia puede producir. Una distancia que va a relacionarse de manera importante, proponemos, con el juego de constricciones y posibilidades estructurales (recursos socioeconómicos, normas sociales vigentes, características institucionales, entre otras) y contingentes (encuentros inesperados, situaciones vitales o históricas no previsibles, para nombrar algunas). En breve, son las experiencias decantadas por la vida social en los individuos los que dan cuenta de las distancias insalvables entre los ideales del sujeto y los sujetos-encarnados.

El análisis de las configuraciones de sujeto permite aprehender la acción de estas determinaciones en la medida en que son procesadas en las formas de producción de sí. Esas últimas tienen función de sostén y orientan los modos de enfrentar el mundo. De este modo, tanto las determinantes estructurales, como los resquicios sociales que pueden ser aprovechados o movilizados para producir un trayecto y un lugar en el mundo social, son visibles en las trazas de la configuración de sujeto. La configuración de sujeto y el trabajo que ella supone, porta las trazas del saber decantado —experiencia— en el encuentro repetido con el mundo: sus constricciones y la gama abierta de sus posibilidades2. Dicho en breve, las formas de configuración de sujeto no solo son tributarias de la acción del ideal, sino también, portan las resonancias de la acción de la experiencia3, y, por ende, revelan las características del lazo social en un momento histórico determinado.

Esta noción ofrece una comprensión del sujeto fuertemente historizada, pero absteniéndose de una lectura historicista del mismo. En otros términos, a pesar de reconocer su carácter definidamente histórico, se aleja de lecturas del sujeto latinoamericano que, sostenidas en la identidad como clave analítica, han propuesto entender las características que lo identifican en relación con matrices histórico-culturales: ya sea en las versiones más esencialistas, como la del trauma de la Conquista (Paz, entre los más destacados), aquellas que subrayan la impronta del mestizaje colonial (como en la tesis de matriz simbólico-dramática en Morandé) o en las que adoptan una concepción más dinámica de la identidad (como la de Larraín). Por otro lado, y a distancia de una versión homogeneizante y generalizadora, incorpora en el centro de su perspectiva al trabajo del propio individuo, ciertamente anudado en el corazón mismo de sus determinaciones sociales e históricas.

II. CONFIGURACIONES DE SUJETO Y ESCRITURA AUTOBIOGRÁFICA

Pocos elementos ejemplifican mejor el trabajo de configuración de sujeto que los textos autobiográficos. ¿Por qué? Porque ellos constituyen una de las formas de presentación del yo y testimonio de sujeto en que esta relación con los ideales y las constricciones y posibilidades sociales aparece de manera más transparente. Ciertamente no porque los textos autobiográficos sean testimonios fieles a la realidad del yo y de lo narrado (De Man), sino porque revelan las estrategias y posibilidades de producción del Yo en razón de las propias determinantes subjetivas, pero también sociales e históricas.

Las narraciones de vida están organizadas por una serie de representaciones acerca del yo, de su mundo, de la historia, las que se encuentran en una relación problemática con la dimensión referencial, tanto en la vertiente de la relación texto y sujeto, como en la relación entre lo narrado y el referente de esta narración. Pero si el valor de verdad es anulado del lado del contraste con la referencia, éste se reubica en el valor de verdad que se produce en la relación interna de estas producciones: lo que dicen acerca del sujeto que se produce como efecto del relato mismo, así como de la imagen que se busca ofrecer, lo que se desprende del "proyecto autobiográfico" que revela el texto. Como ha sostenido Molloy, "la imagen de sí existe como impulso que gobierna el proyecto autobiográfico. Además de fabricación individual, esa imagen es artefacto social, tan revelador de una psique como de una cultura" (19). Esta imagen de sí revela tanto las condiciones para el reconocimiento como para la legitimidad.

Ahora bien, una exigencia para el texto autobiográfico es la necesidad de legitimación del propio lugar del autobiografo. Ello le exige buscar una cierta identificación o simpatía por parte de aquellos a quienes va supuestamente dirigido el texto. El texto autobiográfico está consciente de que su propia legitimidad depende de la aceptación de un "otro" supuesto, del "otro" supuesto a la lectura. Esta dependencia de lo que se atribuye a la comunidad de "otros relevantes" interviene, entonces, en los modos en que se configura la reconstrucción autobiográfica impelida, esta vez, por —para parafrasear a Lejeune— el "pacto social" sobre el que se sostiene su legitimidad.

Tal como lo ha planteado Bajtin, es necesario tener en cuenta que un discurso no es producido en un espacio vacío. Los discursos "dialogan" con otras posiciones, se organizan en función o en oposición de argumentos presentes y validados, entre otras posibilidades. Además, como ha sido señalado, hay un efecto de anticipación en su producción, pues ésta obedece a las suposiciones acerca de las respuestas que podría generar: objeciones, argumentaciones contrarias, etc. Las formas supuestas por las cuales se accedería al reconocimiento y la legitimación por el otro —lo que debe contarse, lo que no y la forma en que debe ser referido— nos dan claves para desentrañar los modos posibles de esta legitimación, es decir, las formas, exigencias y estrategias para ser "parte de", en otros términos, da luces acerca la variedad de opciones disponibles en nuestras culturas y sociedades (Hunsaker 6) y de los modos vigentes de anudamiento social.

Esta dimensión de reconocimiento y legitimidad es especialmente relevante y problemática en el caso de la tradición de escritura autobiográfica hispanoamericana, hasta por lo menos la primera parte del siglo XX, la que se caracteriza por la escasez comparativa de este tipo de textos. Silvia Molloy ha argumentado que existe una relación incierta con la autobiografía que se revela en la gran autocensura de los escritores hispanoamericanos. Discute en su clásico estudio de qué manera en el siglo XIX la escritura autobiográfica resultaba desdeñada como una actividad fuera de las tareas urgentes propuestas por la emancipación. Esta característica modela parte central de los rasgos que este género adoptará posteriormente en nuestra región:

 
La autobiografía en Hispanoamérica es un ejercicio de memoria que a la vez es una conmemoración ritual, en donde las reliquias individuales (...) se secularizan y se representan sucesos compartidos (...) Si por una parte esta combinación de lo personal y de lo comunitario restringe el análisis del yo (...) por otra parte tiene la ventaja de captar la tensión entre el yo y el otro, de fomentar la reflexión sobre el lugar fluctuante del sujeto dentro de su comunidad (20).

Recogiendo y avanzando sobre los postulados de Molloy, es posible sostener y demostrar que la falta de legitimidad del género tiene como consecuencia importante, para el interés de nuestros argumentos, que la tarea de legitimación del o la autobiógrafa se extreme, procurando de esta manera una visión más transparente de los elementos y dimensiones que sostendrían la legitimidad de la empresa de escritura.

En breve, los textos autobiográficos permiten así reconstruir los ideales sociales en cuanto retomados por los Ideales del yo y las condicionantes para su cristalización, la del sujeto de la escritura autobiográfica. Un sujeto que se perfila en la construcción del yo que se desarrolla en el marco de un discurso que tiene como característica principal estar dirigido a Otro (el otro supuesto a la lectura). Vector en el que se va a jugar de manera central, especialmente en la tradición hispanoamericana de la época aludida, tanto su reconocimiento como su legitimidad.

Los resultados de un estudio sobre los ideales de sujeto y modalidades de configuración de sujeto y lazo social en las primeras tres décadas del siglo XX en el Perú, servirán como evidencia del argumento teórico-metodológico recién expuesto y como fundamento de la discusión que sigue. Este estudio se centró en una sociedad crecientemente conmovida por transformaciones sociales que encuentran a su paso tanto superficies resistentes, como porosas. Una época marcada por las necesidades de recomposición producidas por los procesos de modernización en curso (Parker, Los pobres y The idea, Quijano, Burga y Flores Galindo, Contreras y Cueto, Basadre, Ortega, Muñoz, Me Evoy, Elmore, entre otros), de las cuales la reconfiguración de los ideales de sujeto no es la menor. Se interesó por las configuraciones de sujeto presentes en las élites ilustradas peruanas de las primeras décadas de los veinte, para buscar respuesta a algunas interrogantes: ¿Cuáles son los ideales sociales de sujeto imperantes en la época? ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad de su cristalización? En las respuestas, por su intermedio o en sus intersticios, buscó identificar las condiciones mismas del lazo social del cual estos sujetos posibles y sus imposibilidades son solidarios.

El estudio tuvo como eje de análisis central cuatro textos autobiográficos4. Los textos corresponden al poeta modernista, probablemente el más reconocido de Hispanoamérica junto a Rubén Darío, José Santos Chocano (Memorias. Las mil y una aventuras de Chocano, 1940); a la escritora y activista feminista, Zoila Aurora Cáceres (Mi vida con Enrique Gómez Carrillo, 1929), representante de la alta burguesía, e hija de un presidente y héroe nacional. En tercer lugar, al ingeniero de dilatada carrera en la burocracia estatal, Alberto Jochamowitz (Mi vida profesional. Apuntes autobiográficos del Ingeniero Alberto Jochamowitz, 1931), representante de la élite modernizadora nacional. Finalmente, al de Dora Mayer (Zulen y yo. Testimonio de nuestro desposorio ofrecido a la humanidad., 1925), periodista y destacada indigenista social5.

III. MODALIDADES DE CONFIGURACIÓN DE SUJETO

Tres grandes características de las configuraciones de sujeto se desprenden del material estudiado. Cada una de ellas puede entenderse como un ensayo por resolver la tensión fundadora del sujeto y su articulación en la vida social. Como se verá, cada una de ellas se inserta en el abanico de las relaciones entre individuos y sociedad. La primera, el Otro como soporte, muestra la presencia activa de la comunidad en la constitución del sujeto. La segunda revela las presiones de esta comunidad para la presentación del Yo, a la vez que da cuenta de una afirmación creciente de él. Por último, aparece una figura más agónica, la de un individuo constituyéndose en medio de las severas prevenciones de la comunidad respecto al individualismo. En los tres casos, la configuración de sujeto resultante se constituye en la articulación de un ideal social, de un ideal del Yo y de un cúmulo de experiencias.

A. EL OTRO COMO SOPORTE

En las escrituras autobiográficas analizadas se revela, de manera destacada, un yo que no entra en el juego ficcional de ser sostén de sí mismo. El yo encuentra y produce su sostén en otro.

El otro se encuentra en lugar de proveer reconocimiento, un reconocimiento que aparece provisto de un valor estructurante. Pero, también, se evidencia su importancia en su función de sostén, así como de garantía de la legitimidad del sujeto. La afirmación de la centralidad del otro atraviesa los textos, pero más aún es ella la que permite entender buena parte de las características particulares de las formas de constitución de sujeto y de las dimensiones que sostienen su relación con el mundo en la tradición cultural estudiada. Me detendré solo en un aspecto que resulta esclarecedor de la tesis sostenida: el lugar y la cualidad de la verdad.

Los textos analizados han mostrado que la garantía de la verdad de lo narrado no se sostiene en el yo, sino en el testimonio de terceros6. Así, un tercio del texto de Jochamowitz está constituido por cartas y documentos testimoniales que aseguran de la veracidad de lo relatado7, un recurso que en menor medida se repite en todos los textos.

El texto de Zoila Aurora Cáceres está poblado en gran medida por citas a terceros y, hacia el último tercio del texto, de cartas que el escritor Enrique Gómez Carrillo le enviara y que sirven como referencia principal argumentativa, sostén de la veracidad de lo narrado. Así, la primera parte del texto relata la época del enamoramiento de Zoila Aurora con Gómez Carrillo. Las citas cumplen con darle veracidad al ensalzamiento de la figura del escritor proveniente en buena cuenta de la elevación subjetiva del objeto producida por el amor. De esta manera, largas citas que abundan en las virtudes del objeto son incorporadas, como por ejemplo, el pequeño extracto de una larga referencia a un texto escrito por los escritores Paul y Víctor Margueritte reseñando un libro recién aparecido de Gómez Carrillo:

 
Gómez Carrillo posee en grado extraordinario el don divino, el don casi inhallable de la fantasía, una fantasía ligera que os orienta, os divierte, o encanta. Esta fantasía tan rara, tan contrastada, Carrillo la emplea en su vida, en sus libros, en su conversación (19).

Lejos de la autoafirmación individual sostenida en la subjetividad propia, la escritura en su relación con la verdad encuentra aquí su soporte en el otro.

Otro recurso retórico encontrado que apunta en este sentido es la referencia directa a una persona que puede funcionar como garante de la verdad. Por ejemplo, el texto de Chocano termina de manera significativa con el siguiente párrafo: "Puede dar fe de todo lo narrado quien era entonces en Cartagena Director de "El Diario de Levante" y en la actualidad desempeña cargo importante en París y Ginebra (...) Dr. Antonio R. Larrosa" (350).

De esta manera, los otros valen como garantía de verdad. Son soporte de la verdad. El texto que debería ser testimonio se encuentra en la situación paradójica de tener que apelar él mismo a los testimonios de terceros para dar cuenta de su veracidad.

El recurso al otro como soporte de la verdad es expresivo de la relación entre narración y verdad, palabra y verdad en el lazo social. La relación con la verdad aparece como externa, no reside en el propio yo.

Esta característica va a contrapelo de la exigencia para el yo de la tradición autobiográfica occidental moderna, la que supone que el texto ha de presentarse ofreciendo el mayor grado de credibilidad, verdad y autorreflexión, sea cual sea el criterio de verdad utilizado: una verdad objetiva o un concepto de verdad subjetiva8. En cualquier caso de definición de la verdad, la tradición occidental moderna del norte ha colocado la garantía de verdad en el propio yo o en el sujeto autobiográfico.

En los casos estudiados no es la referencialidad de la palabra la que es objeto explícito de duda, sino que la garantía de la producción de la verdad recaiga en el propio sujeto. De esta manera, la verdad, que es fáctica, puede ser dicha, pero requiere de un testigo que garantice que el sujeto está diciéndola. Paradójicamente, quizás, la palabra, aunque referencial, no es unívoca. Lo que fija, retiene o cristaliza la multivocidad y ductilidad de la palabra para ponerla en relación con la verdad se define en la relación con otro. En este sentido, la verdad es una verdad intersubjetiva. Si la verdad se produce en la relación con otro, pues es el otro el que funciona como garantía de la relación del sujeto con la verdad, entonces, la verdad es una producción que se despliega en el campo del entre-sujetos, y no un rendimiento individual. La verdad de la palabra se produce en la relación entre sujetos, es por tanto una producción móvil y no una entidad fija. Exige para su propia constitución del soporte del otro.

B. YO CONSTREÑIDO

 

Un segundo aspecto por relevar es la evidencia de la estricta imposición y observancia de los límites a la exhibición del yo, la que se presenta, esta última, supeditada al gesto de sometimiento y a la lealtad de grupo. Una limitación que puede ser leída al mismo tiempo como frontera a la afirmación individual. Limitación y empuje al gesto de sometimiento que pueden comprenderse como evidencias de la existencia de una relación estrecha entre el yo y la comunidad. No obstante, este vínculo se da de una manera diferente a lo que ocurre en la tradición noroccidental. En la tradición autobiográfica de los Estados Unidos de Norteamérica, como Couser (1979) entre otros lo han discutido, el sujeto aparece proyectado a su comunidad, y se afirma individualmente por la identificación de sí con ésta. A diferencia de ello, en el caso estudiado se trata de la restricción del Yo por el sometimiento retórico a la comunidad, lo que conduce a una relación conflictiva con la afirmación de sí como individuo, como veremos más adelante.

Un buen ejemplo puede extraerse del texto de Jochamowitz:

 
Confieso que no he dejado de sentir cierta intimidación al publicar (...) y para neutralizar la acción paralizante del sonrojo con que me tiñe la modestia, necesito esconder mi censurable prurito, ante sentimientos que se me antojan loables. Y ya con todo desenfado declaro: que en el Perú faltan autobiografías (...) los que más tienen que contar y los que más deben decir los ingenieros (....) Mientras el político perora o intriga, el militar o el médico defienden (...) el abogado enreda o desconsuela, y el sacerdote consuela, el ingeniero organiza y al organizar crea (....) y siendo el Perú una de las parcelas de la corteza terrestre en que hay más por hacer, es aquí donde él tiene mayor participación, material y moral, en el robustecimiento de la nacionalidad (3).

Los sentimientos de vergüenza y pudor propios a la empresa autobiográfica en la época revelados por esta cita, dan cuenta del lugar que ésta tenía. La poca validez de una posición como la del autobiografo y, por lo tanto, la sanción prevista por la exposición del yo, aparecen de manera transparente en este extracto. La restricción del yo implica que cada afirmación de sí corra el riesgo de aparecer como mera e injustificada exhibición. La acción de escribir debe primero dar testimonio de la vergüenza asociada con el acto de exposición del yo. Se inicia el texto, así, con el reconocimiento de los acuerdos sociales vigentes en torno a la exposición pública del yo.

La justificación de la legitimidad de esta escritura requiere que ésta sea presentada en las antípodas de la pura exhibición. Esto implica un tratamiento particular de la presentación del mismo, pero, a la vez, se vincula directamente con la afirmación de la legitimidad del autobiógrafo basada en una retórica del sujeto al servicio del país. Es solo en la medida en que este tipo de textos sean constituidos como aportes a la "patria", que es posible y aún necesario que las autobiografías se produzcan.

En los textos de Cáceres y Mayer, estos límites a la exhibición del yo se revelan en la presencia en el texto de un yo en tono menor que debe usar el nombre y la palabra masculina, reconocida y legitimada por el público, como medio para perfilarse a sí mismas (lo que se revela ya en los títulos de los libros), acatando, así, además, las definiciones de género de la época. La producción de los dos textos ha debido sortear una doble restricción. A la vinculada con la falta de legitimidad de la escritura autobiográfica, se suma la limitación establecida para la escritura femenina.

Cáceres evita los escollos puestos por las restricciones enumeradas, en la medida en que se presenta como un texto sobre un hombre (el testimonio de la vida de un hombre reconocido y famoso, el escritor Enrique Gómez Carrillo), y, por lo tanto, como un texto con pretensión biográfica. La voz femenina y el carácter autobiográfico de la escritura son elididos. El nombre masculino como sostén de la escritura femenina autobiográfica está también presente en el caso de Dora Mayer. Nuevamente el nombre propio del amado (Zulen), conocido representante del indigenismo social y cercano colaborador de la autora, y la historia de amor se conjugan para abrirle camino al texto hacia los lectores. En esta perspectiva, los textos, aparecen como una modalidad radical de lo que Sidonie Smith ha detectado como una condición de la empresa escritural de tipo autobiográfica en el caso de las mujeres: el abandono de su silencio cultural al emprender una tarea de escritura autobiográfica supone entrar en la arena pública, y la autoridad le vendrá de que se trate de una historia que la audiencia lea, en este contexto tomará, tratándose de una cultura androcéntrica, ficciones culturalmente privilegiadas, es decir, vinculadas a la identidad masculina.

En lo que se refiere al caso de Chocano, la fuerza de esta restricción se revela al contrario, no por el acatamiento, sino por el no acatamiento de estas exigencias y las consecuencias que ello tiene para el destino del texto. En el texto se encuentra un yo hiperbólico que tensiona el relato, poniéndolo al servicio de su engrandecimiento9. El ejercicio testimonial está supeditado a la búsqueda de reconocimiento de un yo que ha copado la escena textual. Aunque el sometimiento al grupo aparece de manera retórica, es siempre avasallado por un yo fijado ferozmente en su autoafirmación. El testimonio sobre personajes y eventos, más que ofrecerse para explicar a su comunidad y a su tiempo, está orientado principalmente a legitimarlo en tanto yo. Así, por ejemplo, las referencias a figuras de su tiempo cumplen la función de ser básicamente "muletillas del yo", por cuanto están allí para testificar la importancia y la valía del yo autobiográfico:

 

 
Por cierto que la carta de don Benito (Benito Pérez Galdós K/A) empezaba calificándome con exageración cariñosa y, por lo mismo, disculpable: "Mi maestro y amigo" (323).

El recuso a la cita tiene como condición que se trate de alguien relevante, no importando la posición política o ética del sostén buscado. Se trata de la actuación de la voracidad del yo, que en su indiscriminación no cumple siquiera con producir el efecto de perfilamiento del yo. La función de engrandecimiento que tiene la cita desactiva su potencia.

El fracaso del texto de Chocano, de lectura y de crítica, testimonio del incumplimiento de las exigencias ideales respecto al sometimiento del yo. Aun Luis Alberto Sánchez, crítico benevolente y biógrafo del poeta, al referirse al texto usa adjetivos como "campanudo" y "cursi" y sostiene que al cabo "arranca sonrisas" (454). Este yo hiperbólico, aparece asociado directamente al carácter individualista de Chocano, al que José Carlos Mariátegui tildará de "individualismo jerárquico", "un caso de individualismo exasperado y egoísta" (274).

La restricción del yo en todos los casos analizados se encuentra en estrecha relación con el carácter problemático con el que aparecen el individuo y el individualismo. Mientras que la producción del texto autobiográfico en la tradición occidental moderna se fundamenta en y fortalece la idea de individuo y supone la enfática afirmación de éste y su autonomía, en la realidad cultural estudiada, precisamente se distingue por las prevenciones que toma en contra de esta afirmación.

C. INDIVIDUOS DEL INDIVIDUALISMO IMPOSIBLE

Como se ha visto, la legitimidad pende del gesto de sometimiento a la comunidad o al grupo. Un sujeto legítimo es aquel que orienta, retóricamente por lo menos, su presentación de manera que su especificidad individual no es subrayada. En este contexto, el individualismo es una dimensión que aparece como problemática. En los textos analizados ello se revela en el vehemente rechazo social a la individualidad (como lo muestran las luchas de Zoila Aurora Cáceres por ser reconocida como individuo en su relación de pareja), al individualismo (evidenciada en la paradójica defensa de la modernidad y abstención y distancia respecto del individualismo del individuo que se desprende del texto de Jochamowitz) y a la excepcionalidad individual (como lo evidencia el fracaso del texto en el caso de Chocano).

De manera más precisa: las configuraciones de sujeto encontradas son expresivas de una recepción afirmativa de la idea de individuo, pero cuyo destino en las formas de presentación del Yo es incierto, frágil y/o contradictorio por la prevención cultural contra el individualismo que deja sentir su acción. En estos textos autobiográficos de comienzos de siglo, que solo pueden ser comprendidos como movidos por el impulso intenso a la afirmación individual, es donde probablemente con más claridad pueda apreciarse el trabajo de configuración de sujeto en un contexto cultural que le pone sus condiciones.

Así, por ejemplo, una recepción de la idea de individuo se deja entrever en el ámbito de la constitución de nuevas subjetividades femeninas en el marco de las ofertas feministas de comprensión del sujeto mujer. En el texto de Zoila Aurora Cáceres, la idea de individuo y de individuación es un elemento central en el ideal de sujeto femenino. Se trata de un sujeto que reivindica para sí autonomía individual y derecho a la libertad personal, haciendo eco de los rasgos que definen al sujeto moderno. No obstante, el lugar y valencia positiva otorgada al individuo se topa con barreras. Particularmente, la contradicción que se produce entre este ideal de sujeto individuado y las expectativas que se deben enfrentar en el amor y la conyugalidad. Un pasaje que relata los acontecimientos que llevan a la ruptura de la relación conyugal entre Zoila Aurora Cáceres y Enrique Gómez Carrillo es expresivo de lo anterior.

 
Comprendo que en la vida en común se hagan concesiones mutuas de recíproca tolerancia, mas no que el marido disponga libremente de su voluntad entregándose a extravíos censurables, mientras la esposa permanece encerrada en la casa, que desde ese momento deja de ser el hogar de los apacibles goces para transformarse en cárcel improvisada por el absolutismo del hombre y el doblegamiento de la mujer (...) Al anunciarme que salía a comer con Tibie comprendí que se iniciaba la separación completa de nuestras almas (...) existe la declaración franca y categórica, que equivale a decir: "salgo porque quiero y tú debes quedarte porque yo lo ordeno". Sin inmutarme, tranquilamente, sofocando la pena que me ahogaba, la indignación, que me provocaba a lanzar un grito formidable de rebeldía, le dije: "Si tú sales con Tibie, yo iré al teatro con mi hermana". Pálido por la cólera, que no puede dominar, insiste, repitiéndome varias veces que me quede en casa. Aparentando serenidad le replico: "Si no quieres que salga, tú tampoco debes salir" (...) Antes de salir me repite nuevamente que no vaya al teatro. Pasado el primer impulso, movida a la bondad, le pregunto: "¿A qué hora vuelves?", y me responde secamente: "No sé". Mi hermana me aconsejó que no saliese, por estar Enrique seriamente disgustado. Le contesté: "Si tú no me acompañas, voy conMelanie" (178).

Como resultado de este acto de "desobediencia", Gómez Carrillo escribirá la siguiente misiva:

 

 
Si es cierto que tú no eres resignada como te complaces en decirlo, lo mejor es que, antes que nos agriemos la vida del todo, que nos separemos (...) De lo contrario, o tú aceptas la vida como todas las mujeres que quieren aceptar la vida tal como es, o tendremos que llegar a una existencia muy amarga (...) Para eso la existencia de mis amigas de Montmartre era preferible, pues siquiera tenía la poesía de poderse romper cualquier día y la ventaja de no ponerme en ridículo (181).

Así, la afirmación de sí como individuo tiene como consecuencia el destierro del campo amoroso. De esta manera, el individuo, en el caso femenino, pero no solamente, aparece como una propuesta que tiene como costo posible y acechante la exclusión del lazo social.

La presencia de una estrategia tan alerta y eficiente en la restricción del yo y en la vigilancia a la individualidad no puede sino responder a que el sujeto constituido sobre la base de su afirmación individual se contradice con las modalidades culturales de establecimiento y mantenimiento del lazo social, y, por lo tanto, resulta en una amenaza para éste. En otros términos, que una afirmación tajante de la individualidad del sujeto pondría en cuestión una forma privilegiada de enlazamiento social.

Las razones de la percepción de amenaza pueden vincularse con las formas de recepción misma de la noción de individualidad e individualismo. En efecto, nuestros resultados evidencian la presencia de una forma de significación que vincula individualidad e individualismo, y que coloca a este último en asociación significante con la excepcionalidad y con un más allá de las restricciones de la ley. Lejos de la idea moderna de individuación que se sustenta precisamente en la idea de sujeto sometido a la ley, sujeto a una ley interiorizada y por lo tanto un sujeto descompletado, esta modalidad de recepción y cristalización concibe al sujeto que afirma su individualidad como un sujeto completo en tal medida que le atribuye la capacidad incluso de colocarse él mismo en el lugar de la ley.

El individualismo en su encuentro con una realidad social, la del final del novecientos peruano, desafiada por la necesidad de su reconfiguración (e incluso reconstrucción) frente a los procesos de modernización y con una discursividad cívica que se asienta en lo épico debido a su pasado emancipatorio reciente, deviene en que la acción individual se prestigie en la medida en que su poder se encuentre por encima de las normas e instituciones. Pero, es necesario recordar que ello se justifica en cuanto esta posición de encarnar la ley permitiría alcanzar el orden y la disciplina necesarios para el progreso de la nación. Esta significación de la noción de individualismo encuentra materialidad en la figura del caudillo novecentista.

Si esta recepción del individualismo se presenta en el cambio de siglo como una opción del tipo de sujeto que debería liderar el país, como lo ejemplifica el caso de Chocano y el éxito de su figura en el cambio de siglo, algunas décadas más tarde su legitimidad pública habrá empezado a disminuir entre las élites ilustradas de manera dramática. Se trata ya en la segunda o tercera década del siglo XX de la puesta en cuestión de un tipo de afirmación del individualismo y del individuo que es la que Chocano afirma y celebra:

  A través de mi arte y de mi vida he actuado siempre en un sentido definitivamente individualista (65).

Una afirmación que se presenta como un individualismo de excepción, sostenido en el gesto épico, cierto, pero, especialmente, estético:

  Lo único que le corresponde cuidar a un poeta en la vida: la belleza del gesto (11).

O, más aún:

 

La belleza en el gesto predomina por sobre toda otra preocupación hispanoamericana (42).

No importa vencer o ser vencido: lo que importa es ser grande en la batalla (43).

Ahora bien, sin la dimensión ética como condición central, como es el caso de la construcción de individuo moderno en la tradición europea o norteamericana, la propuesta del "individualismo" como acompañante de la modernización constituye un riesgo para la propia sociedad y requiere de otras estrategias compensatorias.

En esta perspectiva, individuo e individualismo se contradicen con el sometimiento a la comunidad, impidiendo la constitución de una comunidad moderna. El individuo resulta problemático en la medida en que su asociación con el individualismo entra en tensión con la tarea pendiente del país de constituirse como una nación. Los individuos deben, así, producirse y sostenerse en el seno del individualismo imposible gracias a múltiples estrategias a partir de las cuales la articulación de ideales y experiencias múltiples es alcanzada.

IV. DEL SUJETO AL LAZO SOCIAL

A diferencia del sujeto occidental del norte, entonces, el sujeto aquí es uno tal que no se presta a encarnar la ficción occidental y moderna del individuo sostenido en sí mismo (Martuccelli, Grammaires 57). Lejos de esta ficción, el sujeto es consciente de su dependencia del otro y trabaja para dar las pruebas de fidelidad a un orden que hace del mutuo soporte entre los sujetos el entramado que caracteriza las formas de establecimiento y sostenimiento del lazo social.

El texto de Jochamowitz nos entrega un buen ejemplo. En este caso, lo que se pone en relieve es la reticencia a afirmarse retóricamente como un individuo moderno a pesar de configurarse como tal, lo que ocurre en la medida en que la afirmación del individuo implique la prescindencia del otro. Ingeniero representante de la élite modernizadora de comienzos de siglo, Jochamowitz hará de modelos extranjeros de países exitosos en la empresa de modernización sus referentes ideales: toma de ellos los valores asociados a la ética del trabajo, la eficiencia y el vigor, lo que se expresa en una estimación descollante del "hacer". No obstante, la afirmación explícita de sí como individuo es mantenida a raya en la medida en que ella implica una característica de la que se guarda severa distancia: la autosuficiencia. La escritura parca y ceremoniosa de Jochamowitz se permite en relación con este punto los escasos comentarios irónicos presentes en el texto. Por ejemplo, respecto a quien considera su verdadero "maestro" y figura inspiradora, el ingeniero norteamericano Charles Sutton, quien llega al Perú contratado por el gobierno peruano. Relata una escena en que Sutton en una de las excursiones de trabajo insiste con toda convicción en caminar largo rato en una dirección evidentemente equivocada sin consultar a su acompañante. Finalmente y luego de horas:

 

 

Con suma precaución, para no herirlo, le dije: ¿no le parece Sr. Sutton que llegaremos más pronto tomando el sentido opuesto? Y entonces me contestó: "Yo cree (sic) Jochamowitz, usted tenga razón", y sin vacilar, dio media vuelta. A media noche llegamos a nuestro campamento de lea (15).

La burla a la actitud autosuficiente, la que es definida principalmente por su carácter absurdo, pone en relieve el límite puesto al individuo: no puede prescindir del otro.

Esta estrategia, de afirmación de la dependencia del otro, aparece como necesaria en un momento en que las tareas sociales se particularizan por la necesidad de responder a los desafíos de la modernización. Lo anterior aconsejaría, entonces, considerar esta dimensión del lazo social y del sujeto no como un simple resabio premoderno, sino como parte de una estrategia específica de estas sociedades para enfrentar los procesos de modernización.

El lazo social debe garantizar en esta región el mantenimiento de lo social en el contexto de sociedades fuertemente fragmentadas debido a los procesos de exclusión y restricción de sectores importantes de la población en razón de género, raza y clase social, al mismo tiempo que conmovidas por la desaparición abrupta de las formas tradicionales coloniales de resolver el ordenamiento y la cohesión social, a saber, basadas en el carácter adscrito del lugar en lo social y fuertemente sostenidas en el principio de jerarquía (cf Mannarelli, Portocarrero). Pero, aún más, el lazo social debe reconfigurarse en el contexto de procesos de modernización de carácter extrínseco y que presionan hacia la renovación de los criterios de inclusión y exclusión y de clasificación social (Parker, The idea). El otro como soporte, la restricción del Yo y la prevención contra el individualismo, son características de las configuraciones de sujeto reveladoras de las estrategias que tomará esta sociedad frente a las tareas que se le reclaman.

En síntesis, se puede afirmar que los ideales sociales de sujeto que se desprenden de las configuraciones de sujeto encontradas y de las formas de presentación del yo presentes en los textos autobiográficos analizados, no se corresponden con los que constituyen al sujeto autosostenido pero en sujeción a la ley moral interiorizada de la tradición moderna ilustrada noroccidental. En la tradición estudiada, el sujeto es colocado en referencia a otro, está marcado por la heteronomía. No hay una formulación ideal social de sujeto individualista, aunque haya individuos pugnando por su legitimación. El modelo de individuo se entrama según las condiciones que le pone un sujeto extremadamente consciente de su dependencia y, por tanto, orientado hacia el otro. En este contexto, la experiencia se cristaliza en la certeza de que el otro tiene una función estructurante. Actúa como soporte, fuente de reconocimiento, garantía de legitimidad y de verdad. El lazo social, que se deduce de los análisis, se basa en la afirmación de la interdependencia entre sujeto y otro, sosteniendo la idea del mutuo soporte, y en la obligación de renovación permanente de los votos de sometimiento y lealtad al grupo, la comunidad o clase. Se trata de una modalidad de establecimiento de lazo social que pone en relieve el reconocimiento de la necesidad de soporte externo social para los sujetos. La conciencia de la necesidad de soportes externos como fundamento del sostén del sujeto impulsa modos particulares de configuración y compone un horizonte particular para los procesos de individuación en curso.

 

NOTAS

1      Ideal del Yo, es el "lugar desde el que nos observa, desde el que nos miramos de modo que nos resultamos amables, dignos de amor" (Zizek 147, resaltado en el original). El Ideal del Yo, funciona, así, como una especie de inscripción puente entre los ideales sociales de sujeto, y las formas en que se configura un sujeto singular. El Yo se nutre de los rasgos imaginarios ofrecidos a la identificación en lo social, como se ha sostenido, pero es necesario agregar que lo hace orientado por lo que se inscribe a partir de la identificación en su vertiente simbólica, es decir, por el Ideal del Yo.

2      Para la revisión de la propuesta teórica sobre lo social cristalizada en la noción de "intermundo" de la que se inspira este trabajo, ver Martuccelli, Cambio 205-237.

3      Para una discusión sobre la relación ideal, experiencia y configuración de sujeto a partir de un estudio sobre el caso de Chile, ver Araujo, Habitar.

4      Estos cuatro textos más uno que no pudo ubicarse materialmente, constituyen el universo de textos autobiográficos producidos en la época mencionada que cumplieron con los criterios siguientes: 1) que hubieran sido publicados (por el nivel de observancia respecto del otro de la lectura que ello implica), 2) que tuvieran una mínima elaboración del yo (siendo este elemento central del análisis) y 3) que correspondieran a sectores urbanos (en consideración de su cercanía con los efectos de los procesos de modernización que afectaron en ritmos desiguales al país). El estudio contempló además del análisis de estos textos, la revisión exhaustiva de bibliografía secundaria en los ámbitos de la historia social, la sociología histórica e historia del pensamiento, la revisión de textos autobiográficos correspondientes a otras realidades nacionales y regionales, así como el análisis de la producción escrita de cada uno de los autores (diarios, libros, artículos, entre otros) y de textos biográficos y referencias escritas disponibles sobre cada cual. Con este material se construyó el marco en el cual se sitúa la producción del texto autobiográfico.

5      La configuración de sujeto que emerge del análisis en profundidad de estos cuatro casos se desarrolla en Araujo, Dignos.

6      Es necesario subrayar, sin embargo, que en los textos de mujeres la relación entre lo dicho y la verdad toma caminos más complejos y hay una problematización un poco mayor de la misma.

7      Es cierto que la intencionalidad del texto, la defensa de Jochamowitz ante acusaciones que habían puesto en cuestión su probidad, da razón de las características retóricas del texto, pero, lo que es remarcable es la dimensión exacerbada en que este trabajo de descargo requiere el testimonio del Otro para afirmar lo dicho como verdad.

8      No se hace referencia con ello a la extensa discusión sobre la verdad del texto autobiográfico: la relación entre texto y realidad o la unicidad o disyunción entre sujeto, narrador y autor, como ámbitos de disputa en el análisis teórico de la autobiografía. A lo que se apunta aquí es a la manera en que la verdad es tratada al interior de los propios textos.

9      Para una discusión detallada de este caso ver Araujo, Configuración. Para una lectura de Chicano en cuanto sujeto heroico y fusión de sujeto y nación, ver Esparza.

 

BIBLIOGRAFÍA