Revista invi, N°22, Agosto 1994, Volumen 9: 5 a 29
Sofía Letelier Parga
Arquitecta investigadora INVI
PREÁMBULO: El Colectivo y la Libertad
El problema que tratamos apunta al caos visual que se percibe en las ciudades mas grandes de nuestro país, desde una perspectiva, la de la "identidad" como necesario factor para la involucración y pertenencia. Se sitúa en medio del gran dilema de nuestro tiempo, es decir entre el "valor colectivo" y la "libertad individual", desde una profesión como la del arquitecto-urbanista, la que al haberse perfilado en Chile con atribuciones exclusivas para la realización de todo lo construido y al especificarse y normarse cada vez más en su hacer, lleva a que el
común de la sociedad deba resignar sus imágenes y anhelos de ciudad y edilicia, -si es que los tiene-, o no sienta la necesidad de involucrarse y formalizar propuestas a sus expectativas. Si ellas existen, el arquitecto se siente libre de interpretarlas si lo desea, o bien dar vuelo a su propia creación en aspectos casi puramente formales, considerando los estrechos márgenes que otras decisiones anteriores y no armonizadas le permiten. Esta escisión ya producida entre el colectivo y el arquitecto impediría una "comunicación" entre lo construído y el público lego, por falta de un proceso de identidad común, o bien procesos de identificación que tiendan a intersectarse. Por el momento se advierte que están sucediendo procesos de "desidentidad" con sentidos que los distancian cada vez más.
Dos metáforas y un caso singular de ciudad que presentamos a modo de preámbulo, nos permitirán situar el dilema radical y perfilar indirectamente los factores del problema.
a) La bandada es más que cada golondrina.
Observando una bandada de golondrinas nos sorprende su gloriosa coherencia, simultaneidad y sentido que, al ojo y al tiempo humano, no parecen tener explicación. Demuestran un grado de acuerdo y de sabiduría de grupo que las hace reaccionar como un todo y que no es posible explicar desde la observación y conocimiento de cada individuo, ni desde la suposición de un ente que las ordene y planifique el vuelo. Es tal el afiatamiento y sincronía en la belleza evolutiva de sus cambiantes rumbos, que ellos no nos parecen posibles desde nuestra estructura temporal y concepto comunicacional - donde una orden se sigue con una reacción desfasada en el tiempo-, o desde la asunción de cada conveniencia individual. Sus reacciones al unísono ilustran bien el concepto jungiano de "inconsciente colectivo", que estaría presente en todas las especies como sabiduría colectiva y como bien deseable y necesario.
b) La conquista de la libertad ó la pérdida kantiana del Paraíso. El hombre no es golondrina y el ser tal lo conquistó al poner en juego la razón y, con ella, el proceso de individuación que trajo la libertad como supremo bien individual a la vez que colectivo. En la metáfora kantiana 2, el hombre perdió El Paraiso por esta conquista de la razón. Ella, al permitirnos potencialmente relacionar causa y efecto y, de ello, el vaticinio que es el que nos lleva a la pulsión de optar. Es esta capacidad de optar, la mayor especificidad del hombre individual y es lo que llamamos libertad. De la opción individual se deriva luego la capacidad de disentir con el grupo, de donde el consciente individual entra en conflicto con el inconsciente colectivo de la especie, más simbiótico con la naturaleza. Aún cuando el hombre se mantiene en estructuras social-gregarias, cohesionadas por valores que lo trascienden para su protección, perpetuación y estabilidad, la sabiduría y comodidad del colectivo se desdibujan con la
creciente libertad individual y se pierde "el paraíso".
c) Valparaíso. Recorrer y vivir Valparaiso, -su increible simbiosis telúrica Ver foto 1 y armoniosa identidad entre cerros y arquitectura, reconocida por propios y extraños; y que se fue logrando sin normas u ordenanzas-, es una experiencia urbana única. Nos conmueve e invita a cada paso de un modo peculiar y diferente; nos sorprende con su particular sentido de relación colaborante entre lo público y lo privado, a quienes venimos de otras ciudades en que la ordenanza y la normativa ya lo han "modelado" todo; nos intriga con las creativas formas de adaptación a los pronunciados escarpes y con la tolerancia de las construcciones entre sí, donde una edificación apoya a la otra, se sirven mutuamente, comparten rellanos y cada instersticio en una expresión concretizada y objetiva del concepto de solidaridad. Uno podría -con bastante esfuerzo aunque no menos regocijo-, reconstruir los "acuerdos" y consensos tácitos para el uso del suelo, distintos en cada tramo pero con una misma vocación de "lugaridad"; así como también los maravillantes intentos de señalar individuaciones y dominios particulares, sin menoscabo del total, antes bien, con gran sentido de identidad . Aún con las extremas limitaciones del espacio y a veces de recursos; y a pesar de la aguda densidad de lo construido en los cerros -o bien por ello mismo-, la singularidad de cada vivienda da cuenta de algo que la Teoría de la Creatividad ha venido constatando: que las restricciones autoasumidas potencian mejor las soluciones y que la creatividad florece en mayor
medida en un medio tolerante y libertario 3 cuando se está involucrado. Lo dicho no es sólo una apreciación externa e idealizada. Baste constatar en cada rincón de la ciudad-puerto, el cariño y adaptación del habitante de los cerros a situaciones que para otros serían "dificultades" 4.
De las dos metáforas y del caso de Valparaíso que ilustran el colectivo, la libertad y un caso de adaptación equilibrada, surgen algunas preguntas:
¿Es lo mismo el "bien común" logrado por acuerdos lentos y no explicitados, que el Bien Común deducido por cúpulas técnicas, donde la razón de unos pocos coarta el raciocinio, vaticinio, opción y libertad del resto? ¿Se habrá perdido definitivamente el Paraiso por la razón? ¿Es fatal que las ciudades ya no recobren su condición de equilibrio colectivo en la medida del cada vez menor campo de decisiones que La Normativa le deja al individuo y al arquitecto?.
¿Por qué Valparaíso habría de ser un caso único e irrepetible? ¿Es que otros chilenos no son capaces hoy de usar el espacio de ese modo? ¿Hay otras ciudades de Chile donde la simbiosis habitante
espacio y el cariño por su entorno se den del mismo modo? ¿Podrían surgir ciudades y barrios con tanta "magia" si se respetan las ordenanzas y normas actuales (en todo aquello que excede disposiciones de seguridad, que son por cierto necesarias) ?
¿Es dable pensar en revertir la "pérdida del Paraíso" mediante la misma vía de la razón, pensando que la propia conquista de libertad por vaticinio y opción, sea por sí misma capaz de encauzar y dar límites al bien común?
Nuestra hipótesis sostiene que, en nuestro medio, es tal la desvinculación entre "colectivo" y libertad individual, que ni siquiera entran en conflicto, y hacen imposible generar identidad urbana. Esta ruptura y la subsecuente falta de "identidad" se manifiestan, por una parte, en que la casi totalidad de nuestras ciudades chilenas, especialmente de la zona central, muestran múltiples indicadores que señalan descontento urbano en su rápido crecimiento, el cual no está evidenciando un "buen uso" del suelo urbano -en el sentido de seguridad social y natural, economía, socialización, identificación, ni de disfrute estético-, como efecto quizás de una perdida (o nunca alcanzada), "pulsión cultural" en pro de estos aspectos centrales que deben estructurar la imagen final de los asentamientos humanos, pulsiones todas que se generan naturalmente en las sociedades a lo largo de su proceso evolutivo y que la arquitectura vernacular resuelve bien respecto de las necesidades básicas y simbólicas en relación
armoniosa con la naturaleza.
Por otra parte, esta desarmonía que se da con agudeza en Chile, pareciera que emerge después de la profesionalización de la arquitectura, aunque no es una situación exclusiva respecto del resto de Latinoamérica -excepción hecha de ciudades notables y de fuerte identidad a nivel mundial. En efecto, la difusión de "modelos retóricos" de centros extranjeros por parte de la elite arquitectónica, contribuye a la pérdida de identidad y es una parte de este problema general de las ciudades latinoamericanas en crecimiento. A pesar de que desde su nacimiento la identidad de la arquitectura latinoamericana haya sido una"sustancia cultural mezclada", allí donde puede reconocerse identidad aún hoy, hubo fuertes preexistencias junto con sabiduría arquitectónica, por lo que la yuxtaposición inicial enriqueció ambas expresiones -la europea y la autóctona-, configurando una identidad particular que de algún modo impone filtros a las nuevas importaciones5.
Carentes de este proceso en Chile, sucede que cuando hay recursos económicos la arquitectura es campo fértil a la inmediatez de las comunicaciones y la profusión de información, particularmente en momentos de gran dispersión de tendencias, estilos y movimientos que expresan la pluralidad y falta de unicidad de la llamada "cultura occidental" en que estamos insertados. Cuando dichos recursos escasean, la construcción se limita a resolver un puzzle, sin lograr una sinergía "arquitectónica" que logran sociedades más primitivas.
Pero el problema de nuestra identidad es más complejo y profundo que lo que podría atribuirse a la apertura excesiva y a los desiguales o cambiantes recursos. Por ello, con algunas inferencias a veces obvias y que, por sabidas, parecerá a algunos obcecado retomar, en este artículo intentaremos responder indirectamente las interrogantes planteadas y llegar al centro del problema de la identidad en el espacio urbano residencial y a la, responsabilidad que nos cabe a los arquitectos.
1. NATURALIDAD POSIBLE DEL PROCESO DE IDENTIDAD E IDENTIFICACIÓN. (Golondrinas)
El proceso de lograr "identidad" dentro de un lenguaje no verbal -enorme, concreto y colectivo como es la Arquitectura-, requiere al menos, tiempo y cohesión. Tiempo, por cuanto es preciso generar primero un"sistema de significación" cuyo repertorio sígnico sea compartido, para luego generar y operar códigos solidarios. Cohesión, porque se debe arribar a una comunicación mediante mensajes no verbales, en que el productor de significantes pueda esperar decodificaciones previsibles.
Cuando cada hombre hace su morada o cualquier artificio protector o modificador del medio para cobijarse, define simultaneamente el "interno" y el "externo", con un determinado sentido vocativo, complementario o diverso, pero claro, neto y descifrable. Del mismo modo, las sociedades en colectivo traducen su particular "imago mundi" en un "imaginario colectivo" que se concretiza, entre otros, en artificios sociales -las ciudades-, conformadas por llenos y vacíos concordantes, semantizados como privados o públicos, y originados en la lenta agregación de producciones individuales que, no obstante serio, exhiben rasgos comunes consensuados tácitamente en el tiempo y en la experiencia de su proceso cultural.
Estos rasgos que se asumen y repiten como improntas del colectivo, les permiten a sus individuos identificarse como "productores de éso" -unidades, conjuntos y modos de emplazamiento, es decir, productores de ciertas estructuras y sistemas materiales-, y ser a su vez, identificados por otros como "procedentes de un determinado lugar" y "capaces" de producirlo o reproducirlo. La producción arquitectónica originada de este modo, es entendida por ser "actualización" de los procesos de significación y codificación mencionados, ya que constituyen "actos" de comunicación efectiva. Ellos se dan "en" la ciudad (intraciudad e interciudad) y su conjunto "es" la ciudad: se verifica aquí del modo más objetivo aquello de que"el medio es el mensaje"6, apareciendo entonces la ciudad, en suma, como el acto humano constructivo productor de identidad por excelencia y como un excelso acto de comunicación de dicha identidad ; donde se expresan, sin intermediarios, una comunidad de intereses, de imagenes y de sentido estético, con manejo de ciertos recursos posibles, un sustrato de conocimientos particulares compartidos y una definida voluntad. (ver Foto 2.)
No obstante el determinismo que aparentan estos asentamientos de lenta conformación en el tiempo y aún en medio de la fuerza del colectivo, las individualidades florecen sin problemas como variantes coherentes dentro de la unidad del todo, como expresiones que acogen, reproducen, transforman y adaptan un hacer técnico y formal socializado, que se ve así enriquecido y activo como lenguaje comunicante -en tanto sistema abierto y no como discurso fijo, ya que identidad es distinto de igualdad-, evolutivo en el tiempo con la introducción de innovaciones surgidas en respuesta a nuevas necesidades. Todo ello, mientras las opciones individuales sean acogidas por la elasticidad de la opción colectiva hasta un equilibrio colaborante. Precisaremos un poco más los conceptos que se implican en la identidad.
Foto 2. Mijas, Andalucía, España. Identidad vernáculas.
1.1 Código, Texto y Mensaje en la Identidad Arquitectónica.
Entendemos que para que se comunique "Identidad", son necesarios "procesos de significación" colectivos que serían previos a la existencia de toda posible comunicación, debido a que los"mensajes de identidad" se encuentran ya configurados como una "cierta combinación de signos" y éstos en una"cierta relación significante", sin la cual el efecto vincular de conexión y transmisión de contenidos de experiencia no se produciría. Dichos "procesos de significación" se componen, a su vez, de dos procesos sociales paralelos: uno de "significación" propiamente tal, que asigna contenidos a las formas "significantes" -es decir que han llegado a vincularse aun determinado contenido de un modo textual y contextual-; y otro proceso de "codificación", en que se establecen, asumen y comparten reglas y fórmulas de combinación, operación y transformación para reconocer, primero, los signos y sus partes en la relación que les dan significado; la relación de los signos entre sí y, finalmente, las relaciones de éstos con un
conjunto acotado o "sistema de significación" (la arquitectura sería un sistema de este tipo). En éste último paso, se han definido el número y tipo de signos que el código acepta, (campo semántico), así como el tipo y extensión de los contenidos o significados que los signos admiten (campo noético) en el sistema.
Entonces, los mensajes que producen vínculo de identidad (a diferencia de una simple órden verbal perentoria, por ejemplo, u otros enunciados no vinculantes o apelativos), son "ciertas combinaciones de signos" conocidos dentro de un sistema; configurados en un nuevo "significante" que establece el vínculo entre "emisor y receptor"; donde ambos asumen ahora un rol activo frente al mensaje (y no con la pasividad que le asigna al receptor el modelo clasico de comunicación).
Cuando se reconoce "identidad", habría un plano vinculante previo, supra-texto, que establecería el ámbito y acotaría el marco donde se entenderán las connotaciones compartidas. La efectividad de la conexión y de la transmisión, es decir, la comunicación que se establezca, dependerá , en primer término, de la consciencia que se tenga del "plano de vinculación" en que los mundos del emisor y receptor pretenden establecer el vínculo comunicativo, tomando en consideración sus sendas realidades y condiciones perceptivas para que puedan coincidir. En segundo término, la efectividad dependerá del "nivel" en que se desee interpelar para lograr un determinado propósito reactivo en el destinatario o, dicho de otro modo, dependerá de la"función" que se elija para los signos a emplear -"función sígnica"-, la cual determinará el "nivel comunicacional" que se obtenga.
Algunos niveles comunicacionales que se preven para la Arquitectura serían, resumidamente, por ejemplo:
- Expresión ="estado del emisor" (de deseos, de ánimo)
- Apelación = busca establecer vínculo comunicativo sólo hasta la atención.
- Información = busca sólo explicitar un contenido utilitario mediante señal convencional.
- Inducción = busca apelar hasta provocar una acción o reacción determinada.
- Disimulo = busca evitar un vínculo comunicativo.
- Indicación = muestra sutilmente lo que se dice; "sugiere" y estimula propias interpretaciones a partir de huellas, señales o relaciones incompletas.
- Alusión = establece vinculación sugiriendo un grado sutil de analogía con otro plano.
- Extrapolación = traslada una significación a otro plano de referencia (o marco) compartido, con propósitos resemantizadores.
Creemos que los mensajes que traducen identidad recurrirán especialmente a estos tres últimos niveles y, como puede apreciarse, una vez definidos el plano y nivel comunicacional, el mensaje puede recién analizarse en su forma explícita o "textual" y en su forma implícita o "co-textual". En ese momento también podrá vaticinarse el impacto o vigencia del mensaje, más allá de su destinatario previsto, o sea, su vigencia en el tiempo o su efectividad en audiencias inespecíficas. Este proceso y flexibilidad de, los mensajes es esencial en los Lenguajes No Verbales como es el caso de la Arquitectura, en que las obras trascienden con mucho a sus autores y a sus usuarios directos, tanto en permanencia física como en perdurabilidad de sus significados propositivos ya sean funcionales o simbólicos.
1.2 Identidad en el Uso de Suelo y en el "Borde-Fachada"
Esta disgresión sobre el proceso social de significación y su deriva hacia mensajes con identidad, muestra la complejidad, involucratividad y tiempo que ha requerido la extraordinaria unidad que admiramos en las arquitecturas autóctonas y otras de lento y consensuado crecimiento. En este proceso identificatorio, el conjunto del "Artificio Habitado", La Ciudad (dicho así como término de admiración y para no olvidar que estos conglomerados son la mayor obra de los hombres), es conformada por los llenos corpóreos y los espacios vacíos, siempre positivizados cuando existe identificación. Ya sea para un propósito convocante o de uso; o bien como espacios intersticiales y aún residuales, los espacios se expresan con la coherencia de un sistema de significación en su acepción estructurante, a la vez que posibilitan la percepción del transeúnte, mediatizada a través del resultado "borde fachada". Esta "piel" es la que actúa, en último término, como texto comunicante del "interno" y -simultánea e inseparablemente-, como "texto-piel" continente del"externo", en una relación dependiente entre llenos y vacíos, con un sentido de reciprocidad y elocuente ambivalencia esperable. Un mismo texto comunica dos mensajes, (como son las fronteras entre dos países, o las intrigantes líneas que separan figura y fondo en los equívocos visuales, por ejemplo).
Entonces, cada parte del "borde-fachada" como texto, répresenta en cada momento un mensaje que debe leerse en dos contextos más amplios, y cuya elaboración particular potencia sendas lecturas co-textuales en diversos planos interpretativos. "Para dar lugar a la comunicación "intencionada" y a una interpretación "esperada", todo emisor de un mensaje (independientemente del "medio expresivo" utilizado), cuenta con la existencia de un destinatario habilitado para "recepcionarlo". Hay, pues, una "competencia" -que asumimos como de necesaria existencia, dada básicamente por el sistema compartido-, y ello nos lleva a que, como se mencionó antes, la producción de mensajes intencionados así como la de objetos, posibilitan desde su génesis, procesos de identidad e Identificación". 8 Estamos idealmente ante un transeúnte que, al menos, puede interpretar los distintos mensajes del interior y al mismo tiempo reconocer el "borde-fachada" como "adecuado" y concomitante al particular sentido del espacio exterior.
Desde siempre estas relaciones biunívocas entre vacíos y "borde-fachada", - sean como continente/contenido por un lado y como mensaje el texto por otro-, parecen haber importado sobremanera a los grupos humanos constructores. Siempre parecen haber advertido algo que resulta obvio decir: (pero este artículo apunta a señalar lo que parece olvidado y es necesario recordar) que cualquier asentamiento, acción o intervención habitacional - ya sea como unidad o conjunto; desde la subdivisión predial y destinación del suelo, hasta la concreción de los edificios con diversas masas,geometrías y alturas; etc-, está determinando la potencia en el tiempo del texto "límite-borde" o fachada urbana resultante, como comunicador colectivo. A partir de allí, la Arquitectura orienta hacia su función-tarea, así como hacia su función simbólica e intenta ser entendida. Con este propósito, los códigos que se empleen, como modos sociales de combinar las formas aceptadas y significantes para el grupo, sólo podrán ser decodificados cuando se hayan generado en este proceso, adquiriendo el significado compartido (ver modelo de Identidad).
Hemos supuesto que los procesos de identificación son parte o corren paralelos a los procesos de significación -colectivos y personales-, ya descritos.
Hemos supuesto también que, al coexistir versiones personalizadas correspondientes el emisor y al receptor de un mismo Sistema de Significación -como puede suceder en la Arquitectura-, es el proceso de identificación el que establece el vínculo; informado, al menos, por una común cultura y arraigo a un lugar. En este proceso de múltiples canales, se irán formando los códigos cooperativos y solidarios -repertorio de principios codificatorios socializados- que permitirán tanto la enunciación como la efectividad de los mensajes.
En la medida que la producción se atiene a una fuerte identidad, aún existiendo todo el espectro posible, el emisor recurre al código cooperativo y al repertorio de signos consensuados para componer su expresión sin sentir menoscabo. Estos códigos van incorporando compuestos sígnicos más o menos sintagmáticos, que hayan resultado eficaces a la apelación e inducción comunicadora. Algunos, de naturaleza más abstracta y conceptual, se materializan sólo hasta el grado de: estructura de relaciones, componentes en estado nocional y atributos: son los llamados tipos. Otros se incorporan como soluciones prestigiosas con todas sus características, como preformalizaciones resueltas: son los modelos o paradigmas.
La comunicación en un ambiente con identidad viva, es reconocible por la utilización versátil e innovadora de tipos, coherentemente adaptados a necesidades y expresiones emergentes o en evolución. El empleo
de modelos, en cambio, será más recurrente en ámbitos donde la identidad es más rígida, gastada y, por ende, menos reflexiva. Ello indicaría que: o la cultura se aferra a esquemas no cuestionados para permanecer; o necesita representar prestigios pasados o ajenos que añora y anhela; o bien se trata de una cultura incapaz de innovar o ve en ello un peligro. La búsqueda de tipos en una determinada producción y la constatación del modo y circunstancias del uso de modelos, se hace entonces central a la preocupación sobre la identidad (En Chile, recién se inician estudios rigurosos en éste sentido) (aquí va nota correlativa).
De la lectura de los conglomerados urbanos vernaculares que hemos comentado antes, parece desprenderse como evidente que ha existido necesariamente para el colectivo, una pre-imagen tipológica del todo -consciente en un momento de la historia o inconsciente en el alma colectiva-, estructurante del resultado del "artificio" que se desea como habitat urbano. Sea éste, por ejemplo, como la imagen-concepto de un "sólido permeado" por vías, senderos y espacios "ahuecados en la masa", sea como cuerpos dispersos que se posan en un continuum espacial y natural del paisaje prevalente, o sea como una su mayoría de expresiones con variaciones concatenadas. La lectura de sus "borde-fachadas" también evidencia una utilización de tipos y/o modelos apropiados al sentido del total. En ambos casos ello parece intencional si observamos el uso coherente del suelo y el manejo de los recursos materiales en dichas producciones -respecto,- al menos, de la positivización del clima como recurso, del manejo y la regulación de la
densidad habitacional, del resguardo de su concepto de privacidad, por ejemplo-, por primitivas y faltas de medios que las comunidades sean. El suelo habitable respeta y privilegia el productivo; ha evitado o sublimado las zonas de riesgos naturales más habituales y predecibles, o ha modificado con sabiduría lo adverso para hacerlo habitable. No responde a prohibiciones sino a situaciones estimuladoras de la mejor creatividad, a juzgar por los resultados (ver foto 2 nuevamente).
La envergadura de las ciudades las transforma en vehículo propicio y referente de Identidad. Las que destacamos, superan el nivel significativo y están a un nivel comunicativo de un modo consustancial, debido a un proceso que se ha dado con naturalidad.
2. IDENTIDAD Y USO DEL SUELO ENTRE NOSOTROS. BANDADA SIN COHESIÓN
Lo dicho hasta aquí -ilustrado con ejemplos de culturas ajenas y lejanas-, puede reconocerse aún hoy también en nuestro continente americano, como hemos dicho, en aquellas ciudades en que hubo culturas y civilizaciones que dejaron preexistencias urbanas fuertes y que la Conquista y época colonial privilegió con un más fluido contacto con Europa y con mayores recursos humanos ilustrados y materiales. En ellas el factor tiempo, no obstante el quiebre y/o sobreimposición cultural, se encargó de acrisolar el todo contraído en una armonía ininterrumpida y mas bien enriquecida, que sigue nutriendo cualquier expresión de hoy desde ambas raíces. Es lo que puede percibirse, por ejemplo, en muchas ciudades de México, Perú o Colombia (ver Foto 3).
En nuestro país, en cambio, el fenómeno ciudad - entendida en la acepción cotidiana de"urbe"-, no es en general producto de procesos lentos de asentamiento, ni producto de un común desafío natural o simbólico, o desurgimientos aglomerativos naturales hasta alcanzar sociedades densas que, en el tiempo, dieran origen a convenios tácitos de identidad, generando rasgos para un lenguaje formal propulsor de nuevas combinaciones, potencialmente evolutivas. Por el contrario, si bien existen numerosos casos de asentamientos surgidos espontáneamente (como son los surgidos a lo largo de caminos o cruces, o al borde de caletas), la mayoría de nuestros poblados y ciudades, surgen como producto de "fundaciones" -entelequias eficientes pero vigentes en el momento en la cultura de los escasos peninsulares y sus descendientes, y no sentidas como propias de la mayoría de los habitantes locales-, puestas donde había nada o poco; o bien son producto de campamentos concebidos como habitación de mano de obra asociada a producción (agrícola, minera o industrial) con organización funcional al propósito. En todos los casos, el crecimiento inorgánico y de emergencia utilitaria, no alcanzó a definir rasgos con propósitos de identificación de sus habitantes entre sí, ni de éstos con su arquitectura y su ciudad como emblema distintivo, sino más bien se expresaron sobretodo rasgos de índole pragmática que, si en un momento fueron hechos con una visión de totalidad, hoy han perdido incluso ese pragmatismo mostrando a la percepción, sólo "problemas urbanos". Si ello no ha sido así en algunas localidades de nuestro territorio, es en contados casos con origen en migraciones masivas concentradas en el tiempo -donde el grupo humano asentado tuvo comunidad de cultura y dominio técnico ya evolucionado-, o bien en casos de prolongado aislamiento que obligó a privilegiar un determinado recurso, material y técnico, logrando identidadVer foto 4
.
Curiosamente, casos de pueblos surgidos a lo largo de caminos y algunos puertos que hemos señalado como "naturales", son también los únicos en Chile que fueron capaces en un momento de generar un subsistema de significación y signos de identidad propio: nos referimos en el primercaso a las veredas-corredores,
Ver foto 5 espacios semipúblicos, surgidos quizás con la vocación de participar del movimiento del camino, transformando vínculo virtual en un vínculo real; y en el segundo caso a los "soberados apergolados" de Iquique que nacen de la misma vocación. Por su parte, la ciudad de Valparaíso en su zona antigua, -ciudad que hemos descrito al comienzo como de gran unidad y potente identidad, con numerosos códigos propios- , tampoco responde ni a uno u otro origen de los "artificiales" más arriba señalados. Los casos en que se dió cierta identidad nos plantean en este punto, una nueva serie de preguntas:
¿Por qué el corredor o el soberado que siguen siendo apropiados al respectivo clima y pueden ser más útil que un "antejardín", desaparecieron del repertorio local sin ser revalorados, resemantizándolos o recodificándolos para las necesidades de la modernidad o mediante las nuevas tecnologías? Por su parte, siendo Valparaíso la única ciudad donde no pudo imponerse en ninguna de sus partes el damero de Indias, ¿obedece su particular ocupación del suelo -que hemos caracterizado como "reactiva" y "solidaria" en el preámbulo-, a una actitud de apertura y tolerancia debida a la variedad étnica, confluencia de experiencias y biografías diversas que aportan imagenes y patrones particulares a tal punto variadas, que su crisol tiende a la armonía por entropía 10a partir de la excesiva variedad? ¿Es que la idiosincracia del chileno actual ya no corresponde a la controlada extroversión y participación que los corredores y soberados sugieren o a la espontaneidad y solidaridad en la convivencia que se lee en Valparaíso?
La idiosincracia del chileno urbano no ha sido definida. Pero más allá de estas excepciones y a juzgar por el descontento hacia las urbes manifestado a todo nivel, la ciudad chilena refleja, aún hoy, una sobreimposición ajena para el gran porcentaje de los "citadinos". Estos, dada la rapidez del crecimiento urbano vegetativo y del fenómeno migratorio campo/ ciudad -procesos comunes a la realidad latinoamericana-, han permanecido en una situación de marginación como para asimilar la cultura urbana que sustentó su fundación y sustenta su desarrollo actual, así como que han tenido escaso tiempo cultural (sólo 500 años), limitados recursos y nula oportunidad de crear, evolucionar y proponer sus propios rasgos de identidad en signos y códigos para la forma construída y para el uso del suelo urbano con un sentido unificada.
Para los grupos de economía más precaria -que son también los más numerosos en las ciudades grandes, y cuyo asentamiento planificado o no, "hace ciudad" en gran cantidad relativa; "algún" tipo de ciudad, al menos-, el único sentido de la ocupación del suelo urbano habitacional es "apropiativo" y "agregativo" cuando la ocupación es espontánea, como la respuesta endógena más primaria. Se privilegia, natural y comprensiblemente, la solución a las urgencias básicas de la familia, si bien se dan intentos de claro nivel simbólico pero con una imagen ancestral de exiguo repertorio formal y de un aservo tecnológico precario -si se piensa en el estado civilizatorio relativo en el momento de la Conquista-, que tiende a reproducir el estado de origen, inconscientemente Ver foto 6. Para estos grupos, el advenimiento de los arquitectos en los últimos 150 años de nuestro país, provenientes de otros estratos sociales y estadios culturales; -y que, por cierto, no han sido ungidos como "delegatarios del hacer
interpretativo" como efecto de una selección de entre el grupo social todo, sino como una vocación personal -, representa y traduce también un mundo ajeno y distante, sin herramientas remediaes para interpretarlos, como se verá mas adelante.
Foto 3.- Centro Social en Unidad Habitacional Atwmajac, Jai., México. Acción arquitectónica con Identidad, donde hubo preexistencias.
Foto 4.- Castro, Chiloé.
Foto 5.- Vichuquén, uso del suelo urbano con sentido, e identidad del "bordefachada".
Fotos 6.- Población Los Héroes de la Concepción, Santiago Sin identidad ni compromiso con "bordefachada".
Si bien ha habido ejemplos magníficos de soluciones sociales integradas, unitarias y con fuerte identidad propia, ésta ha obedecido a procesos artificiales y aislados, lo que queda patente al observar el crecimiento posterior a su alrededor, que no pudo continuar en ninguna dimensión los patrones introducidos. Es él caso, por ejemplo, de: la población del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia (Antofagasta 1885); el pueblo original de Lota (Cota 1910); la Población del Salar del Carmen (Antofagasta 1960); en Santiago, la Población Huemul (1912); la Población Pedro Montt (1938); la Población Carrera (1939); o la Población Juan Antonio Ríos. Todas ellas son acciones, o bien movidas por ideales particulares, con modelos y fuertes capitales externos dispuestos al momento, o corresponden a acciones reducidas,"demostrativas" y fuertemente apoyadas por gestión institucional del gobierno de la época. La positivización de los espacios públicos de estos ejemplos, -de claro compromiso en ellos de los "borde/fachada"
(ver Foto 7)-, al no haber sido retomado en los crecimientos espontáneos o planificados que los rodean; al no aparecer en los espacios públicos de otras propuestas hechas por arquitectos, ni en los programas ministeriales posteriores a 1960, demuestran la "ajenidad" cada vez mayor que existe entre el marco de lás acciones de los arquitectos y la incapacidad de los sectores mayoritarios de explicitar y demandar sus propias aspiraciones.
Creemos entonces que en la ciudad chilena en general, la falta de una "identidad arquitectónica con unidad" y comunicante de sí misma a sus contemporáneos se debe, en gran medida, a la suma de su origen no asumido; al hecho de la existencia de un sector muy extenso que mantiene un estadio cultural "urbano-formal" primario, más la ajenidad
del arquitecto que participa en la "solución" para estos amplios sectores.
Pero, no obstante lo señalado, sí pueden advertirse algunos rasgos comunes preocupantes que estarían perfilando alguna suerte de identidad en otros estratos sociales de los que el arquitecto no es ajeno, y que pueden resumirse en las siguientes características":
- Permeabilidad a cualquier influencia externa: que se traduce en "mimesis heterocéntrica", con adopción de modelos totales o parciales combinados.
- Sincronías epocales: se hacen convivir expresiones de diversas épocas históricas sucesivas de un modo superpuesto, con escasa o nula asimilación y valoración de sus orígenes, lo que acarrea fragmentación de la imagen urbana y no compatibilización entre el "espíritu de la época" y el"espíritu del lugar".
- Disociación entre lo "civilizatorio" (ajeno en nuestros paises) y lo "cultural" (lo que pudiera sernos propio) independizándose la coyuntura socioeconómica de los cambios arquitectónicos : se dicotomiza el concepto de "lo apropiado", escindiendo de él lo que entendemos por"modernidad", con una pérdida de la capacidad de valorar el escaso patrimonio en una permanente renovación -edilicia y de lo urbano-, indiscriminada y obediente a fuerzas individuales, sectoriales y del momento. Acarrea pérdida de la capacidad de formalizar patrones estéticos estables.
- Independencia entre la arquitectura (importada) y el lugar : el patrón para valorar está en otro "locus" y la arquitectura no es capaz de "lugarizar" la ciudad y sus partes". Podemos agregar que contribuye a perfilar esta "cierta identidad", las acciones con sentido de "provisorio" o "de emergencia", que luego como sociedad no somos capaces de afrontar corno desafío a revertir.
Estudios en curso -financiados por Fondecyt-, nos indican que en este momento, esta situación de falta de identidad en las ciudades de la zona central de Chile (entre Ovalle y Concepción) se traduce en los siguientes rasgos, que se dan separada o coexistentemente: profusión excesiva de diversos tipos y modelos; tipos difusos por excesiva combinación, yuxtaposición o sustracción de monemas claves a la percepción del tipo semático; indiferencia epocal, climática o de contexto para el empleo de tipos; transformación de proporciones, a tal grado, que hacen irreconocible los tipos empleados.
Lo anterior, que pudiera leerse como "creatividad" de signos o flexibilidad en el uso de tipos, queda desmentido al no haberse detectado en el estudio, emergencia de nuevos tipos o signos (sin antecedentes conocidos) y por la dificultad de "leer" las versiones chilenas como "signos adaptados", los que aparecen más bien como "deformados" o "sobrecargados" y, muy frecuentemente, se ven como "empequeñecidos", "reducidos" y "caricaturizados" (ver Foto 8 ).
En este punto, el proceso de generación de una "identidad" cualquiera -definida antes como la generación social y el reconocimiento colectivo de rasgos comunes-, se ve dificultado además por la disgregación social de la misma ciudad y por la propia acción del aparato arquitectónico.
Foto 8 Solución de techos habitacionales en Ñuñoa.
3. SITUACIÓN DE LOS INSTRUMENTOS MODELADORES DE ESTA IDENTIDAD. (LA PÉRDIDA DEL PARAÍSO)
Los instrumentos actuantes modeladores de ésta identidad de hoy serían, en último término, los arquitectos. Pero su accionar responde a dos factores que a su vez se implican: en primer lugar, la formación que reciben y, en segundo lugar, el marco jurídico traducido en normas y reglamentos que ellos mismos generan y que induce su acción.
3.1 Formación y Acción de nosotros los arquitectos.
Los arquitectos chilenos, cuya acción pudiera ser modeladora de identidad -si nos avenimos a ser intérpretes y partícipes de la generación de la ciudad como "Sistema de Significación", según el prisma de estas reflexiones-, no hemos podido escapar de la realidad descrita y, por el contrario, contribuimos a acentuarla. Formados en un país con escasas o nulas preexistencias arquitectónicas -como hemos dicho-, en cuanto a tipologías espaciales y a
elaboraciones formales; donde las expresiones de este lenguaje, así como las tecnologías y los principios en que hemos sido entrenados durante los estudios, son fundamentosy herramientas también importadas (las cuales, aunque adaptadas con aportes locales a la condición sísmica, son sometidas a reduccionismos con acento especial en el aspecto económico antes que en otras necesidades culturales propias); y, todo ello sumado al hecho de una escasa formación en las ciencias humanas y sociales, dan como resultado que no hayamos podido develar ni decantar "rasgos de identidad" en la ciudad como conjunto, ni podido asumir como intérpretes válidos y reflejo de una sociedad o de sectores amplios de ella. Tampoco hemos sabido crearapartirde la disciplina aprendida, un particular "sentido local" aunque fuese formulando nuestros idiolectos en retazos de ciudad, (salvo contados ambientes donde la excepción afirma la regla), ni sostener su defensa para que puedan reproducirse y funcionar como arquetipos del uso del espacio -y por ende, del "uso del suelo". En consecuencia, no hemos contribuido a generar las condiciones que permitan lecturas unificadoras del "borde-fachada".
En esta situación y por diversas fuerzas imperantes, honestos intentos de arquitectos aislados que buscan proteger aquellas zonas con cierto grado de unidad, no han alcanzado asimismo a traducirse en mecanismos que concilien un vago concepto de "valor urbano" y la libertad del arquitecto y que medien para acoger las expectativas individuales dentro de esa unidad urbana sin "congelarla" en "escenografías", cuando las obras se deben integrar a lo ya existente. Lo dicho es testimoniado elocuentemente en un extremo privilegiado del espectro edilicio, por la polémica reciente entre la Dirección de Obras de Providencia y un arquitecto a cuya obra se le aplicaron "reparos estéticos" por el color, sin parámetros previos conocidos y en base a disposiciones poco claras, generadas por otros arquitectos 12;. Se hace también patente, día a día y en otro extremo del espectro, cuando se levantan conjuntos para habitación social donde, por las razones que sean, no se da oportunidad de participar a los destinatarios para acordar una identidad espacial arquitectónica. Aquí, los intereses del mercado; los propósitos de "solución" claramente cuantitativa que mueve la imágen política a nivel de los sucesivos gobiernos centrales; la situación de los municipios, carentes de instrumentos legales flexibles a este propósito de identidad y, muchas veces , por qué no decirlo, faltos de recursos humanos de selección (por razones económicas y de prestigio social inherentes a los cargos), impiden proponer , consensuar y/o resguardar alguna forma de ocupación del suelo urbano con sentido - si ella surge-, y con una expresión material comunicativa de identidad.
Y no se piense que lo que aquí se dice es un imposible. Revísese la obra del arquitecto Lucien Kroll en Bélgica, especialmente o la de J. Habraken en Holanda, que concibiendo sistemas de interacción social con la comunidad o sistemas de estructuras flexibles, facilitan la expresión no mediatizada de los destinatarios generando obras de gran expresión y que resulta, a cualquier observador, indiscutiblemente flamencas.
Es así entonces, que nuestro "borde-calle" - el cual como consecuencia del uso del suelo "con sentido privado/público simultáneo" debiera generarse como "piel comprometida con dos órganos"-, resulta por el contrario en una sumatoria de traducciones de intereses, reflejo de egos y de visiones dispares, de posibilidades coyunturales y circunstanciales de los individuos (arquitectos o destinatarios) y expresiva de biografías o de procedencias disímiles, donde esa simultaneidad de sentido en el hacer no se obtiene.Aparece como un resultado, en fin, de diversas premuras que no han tenido la oportunidad de acrisolarse en una expresión colectiva, a ser reconocida indiscutiblemente. Sin una consciencia de comunicador de identidad mediante sus hechos y sus directivas, el gremio arquitectónico aparece dócil y sin involucramiento en el problema perceptivo -de momento ni futuro-, justificado no obstante sobradamente en el hecho que ninguno de sus mandantes está dispuesto a redituarle en la proporción que requeriría su dedicación y la profundidad de sus estudios para respaldar una acción propositiva como la descrita; sucumbe a la práctica vigente, inmerso también él en una vorágine intrascendente, (en el sentido de la trascendencia del "colectivo" y no de la obra propia, que por cierto le preocupa), con el sentimiento de lo irreversible.
La falta de un propósito y de una preimagen del resultado espacial a largo plazo (propia o adaptada local y socialmente) es tan determinante del resultado final como si la hubiera, lo cual viene a ser una paradoja: la imagen es "determinada por indeterminación". En el caso de los arquitectos flamencos citados, ello llega a ser positivo en tanto está previsto un margen de indeterminación por donde se puede canalizar la expresión individual de cultura homogénea. En el caso nuestro se trata más bien de no sentirse responsable en los hechos (en el sentido personal y gremial) sobre la calidad de la imagen de "ciudad" resultante.
3.2 El Rol de la Normativa en la Identidad
La situación descrita es consagrada con inconsciente complicidad por la normativa general que regula la construcción chilena, en una fatal tautología: es ella misma efecto y causa (una causa más) de la falta de identidad. Dictada con impecables criterios de lógica, -pero de"lógicas parciales" que apuntan a resguardar aspectos de higiene, convivencia, estabilidad y seguridades varias con previsiones múltiples que van más allá de lo necesario-, parece declarar tácitamente que no se confía en el perito o experto (sólo arquitecto, en Chile), dejándole un reducido ámbito de decisiones y haciendo que gran cantidad de sus conocimientos y criterios pierdan sentido al no poder operar desde ellos. La Norma, al contener aspectos de diseño - de"prediseño" y no objetivos esperados; y al no visualizar el resultado formal que se producirá al aplicarla, deja traslucir que sus disposiciones son independientes de cualquier imagen espacial resultante como efecto - en cada diseño y en el total de la ciudad-, lo que a primera
vista se puede considerar como un mérito: el respeto a un concepto de libertad. Sin embargo, al operar las condicionantes que establece, no actúan como gatillado res de creatividad sino más bien como limitantes y prohibiciones de proyecto, o inductora de perversidades significativas, sin prever la resultante que va generando como"borde-calle", ni a la larga ni en el transcurso inmediato (ver Foto 9).
Por los efectos de la Normativa vigente que cada día pueden observarse, sin duda añoramos los tiempos y las ciudades en que se aplicaba sólo el sentido común ya que, con el advenimiento de la profesionalización e institucionalización de la arquitectura llegó, con el tiempo, el "porcentaje de constructibilidad"; "porcentajes de cierre a la calle"; metros de "antejardín" ; distancia al vecino; aplicación de rasantes; etc. entre otras, que son algunas de las normas"desconectadas entre sí" y antiidentidad a que nos referimos y que se plantean y respetan por arquitectos, sin oposición ni protesta y con aparente desinterés sobre la imagen urbana que de ello resulta. El arquitecto, aún con todo el poder teórico que la ley le confiere, sólo encuentra un resquicio de potencial expresividad en el lenguaje formal (formalista) y en la"originalidad" que redunda en profusa variedad con pérdida de identidad.
Desde la postura nuestra, aparecería a primera vista como "adecuada" la decisión de plesbicitar algunas directrices urbanas locales y próximas- como se hace con sístematicidad en países como Suecia, por ejemplo, con armoniosos resultados-, y que se ha intentado en las comunas de Vitacura y Las Condes, en escala menor. Sin embargo en este último caso, por tratarse de una comuna relativamente nueva, con homogeneidad económica pero no social ni cultural, y que es más bien una suma de individualidades emergentes también al disfrute económico reciente, sus opiniones no obedecerán a
sentares colectivos ni a compromisos unísonos en pro del entorno, sino más bien a la conveniencia más inmediata.
Pareciera que hay en la actualidad una tendencia en este sentido. En el diario El Mercurio del domingo 13 de marzo del presente año, el propio arquitecto Amador Brieva -conocida figura para varias generaciones de arquitectos por su dilatada vinculación a la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones a través de sus útiles publicaciones comentadas y por el rol que le cupo en las Políticas de Desarrollo Urbano, en el régimen pasado-, señalaba en una entrevista la necesidad de modificar la normativa, flexibilizándola respecto al nivel de la toma de decisiones, para incorporar en ellas "una gestión concertada de la comunidad","no sólo escuchando, sino incorporándola (a través de entidades especializadas, comprometidas y afectadas) en el proceso de hacer ciudad". Es estimulante que quienes lo asociáramos con las mayores precisiones que dictaban el "deber ser" de los proyectos, y que le atribuyéramos gran parte de la situación actual, abogue ahora por una "revisión del rol del Estado", proponiendo para éste, el nivel de planificación urbano-regional e intercomunal y para la comunidad el nivel de los planes locales y sectoriales, especialmente en lo que dice relación con "líneas de edificación, distanciamientos, rasantes, alturas, porcentaje de constructibilidad, cierros, superficies y frentes mínimos"; ello advirtiendo que se ha llegado a una "madurez de la ciudadanía" que permitiría sustituir el espíritu de "regular" por los de "administrar y coordinar"; conciliar "buena habitabilidad urbana" con las "fuerzas del mercado", profundizando a la vez el proceso de regionalización hasta lo comunal. Todo ello en una "gestión concertada" (Aunque no define las equivalencias de "poder" entre las fuerzas a concertar).
Foto 9 "Borde Calle", con todos los recursos.
Esta visión sería promisoria para una posible y futura generación de Identidad, sobre todo por venir de quien viene y porque, con los actuales instrumentos normativos -con los cuales asociamos su persona-, hemos llegado al punto donde no sólo "los árboles no dejan ver el bosque", sino donde (usando el mismo símil) sería la botánica la que determina "ciertos" árboles que no conforman bosque. Es decir, hemos llegado al punto donde los edificios generados por La Normativa no provocarán nunca "ciudad". ¿Hubiesen podido existir Venecia, Ciudad de México, Estocolmo o Brujas, para citar algunos casos notables, o bien, los palafitos de Castro en Chile para no ir tan lejos, si hubiesen existido disposiciones como la contenida en la Nueva Ordenanza General de Construcciones y Urbanización dictada en 1992 que establece, por ejemplo, que "no podrá construirse en terrenos inundables"? Esta es una disposición de "lógica parcial", típicamente compulsiva y negativa, que ilustra bien lo que decimos. ¿ No se hubiese logrado lo mismo, es decir la seguridad buscada, confiando en los profesionales y diciendo que "de construirse en terrenos inundables deberá precaverse que los recintos habitables no sean alcanzados por las aguas"?. A esto es lo que nos referimos. Este ejemplo habla por sí solo.
Las ordenanzas locales tanto como las sectoriales, por su parte, no consideran tampoco valores de la vida urbana y del ser social para determinar el uso del suelo, en prevención del individualismo contrario a la urbanidad del "urbanita" y con efecto perverso en el texto urbano: se permite, por ejemplo,- y a veces se exige-, que los edificios se retranqueen respecto de la acera, permitiéndo usos como estacionamientos en los frentes privados o en grandes extensiones laterales a lo construído, entorpeciendo la continuidad necesaria a una imagen coherente del "borde-fachada" y, lo que es más grave, eliminando la posibilidad de la interacción por presencia entre el habitante y el transeúnte, que establece el natural "control social" que un interior habitado y próximo ejerce sobre un exterior, contribuyendo a la seguridad. En el mismo sentido, la "zonificación" de actividades que determina usos precisos para el suelo, ha restado actividad, vitalidad y nuevamente control social en los espacios públicos.
El modelo de "ciudad jardín", inducido tácitamente por los autores de La Normativa y entronizado en algún momento de nuestra historia urbana con sanas intenciones de salubridad -pero especialmente emulativas de otras formas de vida y apropiado para grandes extensiones de vegetación con pastos naturales, con predios generosos en que los volúmenes dispersos juegan en un ritmo de diálogo con la naturaleza-, es hasta hoy privilegiado entre nosotros en versiones jibarizadas hasta el ridículo. En frentes mínimos y con plantaciones que exigen mantención difícil de costear, uno se pregunta - especialmente en el verano, cuando la canícula deslumbra y achata con el sol quemante-, por qué no se desarrolló (o importó) un modelo más compacto y contínuo o de mayor altura, aceptando humildemente la herencia más grata, gregaria y social de los pueblos incásicos - no olvidemos que éramos mitimaes -; o bien de los "pueblos blancos andaluces" , o hasta de la hierática Castilla, con su fuerza y unidad magistral.
¿Por qué insistimos en la zona central de Chile en hacer de ciudad y "naturaleza" (idealizada) un continuum o una imbricación homogénea cuando la propia naturaleza y los medios nos dictan otras posibilidades? ¿Por qué confundimos en un sólo concepto el de "plaza" y el de "jardín público", como lo diferencian tan bien culturas como la mexicana, donde con una mejor convivencia con la sequía, la primera pasa a ser un amplio espacio pavimentado y con ornamento "duro" y no por ello menos amable? (recordar Foto 3).
4. RESUMIENDO UN MEA-CULPA. DOS PROPUESTAS DE CAMBIO CON EFECTO SINÉRGICO
Cuando el modelo deplorado de pseudo "ciudad jardín" se aplica tan indiscriminadamente, nos debemos hacer cargo los arquitectos del resultado. Porque lo que allí tomó cuerpo son "nuestros conceptos de arquitecto" y porque quienes reflexionamos en este artículo lo somos también y hemos tenido la misma formación de quienes establecieron La Norma, -todos arquitectos- . Somos especialmente responsables cuando La Norma se aplica en el marco de programas habitacionales sociales, que son los que multiplican exponencialmente el área "urbana", que no llega a sertal. Particularmente irresponsable parece en este sentido el Programa de "Vivienda Progresiva", donde la participación y la autoconstrucción suponen un aprovechamiento y expresión de libertad (que según nuestra hipótesis llevaría a "identidad", a mediano y largo plazo) pero que, no obstante, resulta en ambientes que nacen degradados. Por una parte, por la reducida gama de medios posibles y la presión de la "solución interna" que condicionan tan fuertemente las
acciones en reducidos predios donde no pueden practicarse luego mejorías integrales por haber sido entregados en propiedad, lo que viene a sumarse a la falta de un proceso de socialidad, ya descritos para estos sectores. Y, por otra parte, porque no se brinda por parte de los arquitectos un sistema codificado sino un espacio de acción, que no es lo mismo. Falta, en suma, de dominio y de identidad, como variantes de una unidad. La creatividad y opciones a que estos programas participativos apuestan, no se produce y tienen, más bien, un resultado "caótico" y de "fatal entropía" - entendidos ámbos términos en su acepción científica (12), contrarios a la percepción conducente a identificación y contrarios a la significación previsible. Aún en el variado repertorio formal resultante de las unidades, la misma excesiva variedad impide la formación, mental de estructuras o rasgos comunes tipológicos que permitan al individuo participar en la cadena social del proceso de identificación. En cuanto al repertorio
espacial externo a las viviendas, las áreas libres explícitas -siempre desproporcionadas- o bien residuales que estructuran y organizan las unidades en conjuntos; la rigidez y estrechez del loteo y de la " siembra" (de viviendas o "núcleos semilla"), - realizados en los últimos años mayoritaria y casi exclusivamente en extensión, donde prima el cálculo simple y cortoplacista de suelo barato-; la tecnología mínima y al límite de lo ético; el diseño "urbano" .sobresimplificado para una "urbanización" facilista, redundan, en fin, en ambientes perceptuales, tan iguales entre sí que devienen inidentificables, aún para los propios usuarios (ver Fotos 10)
Puede parecer un contrasentido respecto a lo dicho antes ya que comenzamos diciendo que la identidad se logró naturalmente sin arquitectos y ahora ,enjuiciamos el resultado de lo espontáneo en los programas de "progresividad". Sucede que en esta experiencia queda de manifiesto que no ha habido un proceso natural de culturización urbana para estos sectores; que los recursos no han sido internalizados como técnica propia; que los arquitectos no han inducido ni apoyado la generación de una identidad ; y que las normas generales y pautas del programa no buscaron resultados para una ciudad que pagan todos los contribuyentes, los cuales debieran poderla identificar e identificarse en cualquier punto.
La tesis sostenida aquí sitúa hoy la responsabilidad de la identidad en los arquitectos, y deja abierta la posibilidad de cambios, al menos, en dos frentes. Por una parte, flexibilizar la normativa, de modo que sus requerimientos se expresen en forma de objetivos cualitativos y de indicadores de medición para los resguardos de bien común que se pretende, dejando y confiando a los expertos reconocidos y habilitados por sus títulos, la interpretación de las vocaciones del lugar y de los anhelos y necesidades de los destinatarios, proponiendo mecanismos para que dicha interpretación suceda. Ello, en subsidio de pre-soluciones (que no existen como preimagen explícita pero que, como genoma perverso, están en La Norma, larvadas y latentes) expresadas actualmente como condiciones perentorias de diseño, que son camisas de fuerza para cualquier proyecto, al imponer un resultante vago y no formalizado o sumatoria de óptimos parciales, como patrón de uso del suelo y del espacio -de lo cual nadie se responsabiliza
o ha declarado cuál es la visión de totalidad que se pretende y que le daría sentido-, y cuyos beneficios abstractos y muchas veces surgidos en (y mantenidos desde) el redentorismo funcionalista -ya superado en otras dimensiones de la arquitectura-, se desdibujan y descomponen con el transcurrir de la vida misma, concreta y cotidiana.
Por otra parte, se hace necesario enriquecer la formación de los arquitectos con lo que sería "una ética hacia la ciudad" y con mayores y mejores herramientas de interpretación (que intuimos provenientes de las ciencias sociales) de los fenómenos sociales, económicos y medioambientales, especialmente de lenguaje y comunicación. La ciudad no se nos entrega a los arquitectos como "tela virgen" para nuestra expresión. El arquitecto debe bajar del olimpo de creador de obras que "lo expresan" para asumir el rol de intérprete de un lenguaje que exprese al colectivo. El lenguaje no verbal de la arquitectura, al hacerse exclusivo de los arquitectos,- delegado, como hemos dicho-, requiere de éstos esta ética nueva, que aún no ha sido formulada entre nosotros, y distinta del ámbito restringido del concepto de "ética" imperante, limitado a la relación económica con clientes o de respeto entre colegas. Más allá de los escritos y de las bienales, falta una definición de esta ética - para luego abrazar el compromiso-, de la relación arquitecto/ciudad futura, entendida ésta como la más importante expresión de identidad colectiva.
Somos escépticos frente a la sentida madurez de la ciudadanía que postula Brieva y también frente a la "congelación" de ciertos ambientes a los que se les atribuye identidad. Creemos más bien que, si bien los arquitectos hasta ahora no han tenido éxito en la generación de identidad, son ellos quienes podrán hacerlo en una nueva relación y con una distinta actitud, desde su desempeño profesional y/o desde los municipios y el Ministerio. Lo anterior porque lo que plantea Brieva , -resumiendo, que bastaría organizar a la comunidad `ya madura' a su parecer, desde donde emanarían las nuevas normas consensuadas-, sólo sería fructífero si no se hubiese perdido (o nunca formado) el inconsciente colectivo como sociedad o, en subsidio, si se hubiese llegado a una percepción homogénea del valor "Bien Común" compartida por arquitectos y legos, lo cual creemos todavía difuso.
Habría que organizar tanto a las golondrinas cohibidas como a las golondrinas dispersas por la razón y el individualismo, usando esta vez la razón para la "reconquista" del Paraíso. Queda el camino de confiar más en el arquitecto como sensor e intérprete, equipándolo con mejores instrumentos de detección y de posicionamiento ético. De este modo, si bien la Identidad Urbana se ve aún lejana, al menos se crearían condiciones favorables para su perfilamiento.
BIBLIOGRAFÍA
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4RENZO PECHENINO (entrevista),"Lucas", retransmitida por TVN en Abril 1994.
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6MARSHALL MAC LUHAN."El medo es el mensaje", Ed. Diana, Mx 1970.
7LUIS VAISMAN."SemiologiaArquitectónica", DDA, FAU, U. de Chile, Stgo. 1974.
8ANA RUGIERO et al."Enfoque semiológico de la Arquitectura como lenguaje", en -Un marco teórico para la consideración de la Arq. como sistema de comunicación de Identidad" DT. Proy. FON DECYT NQ 193-0805, FAU, U. de Chile, Stgo, julio 1993.
9SOFIA LETELIER et al."Descripción Semiótica del perfil de Identidad Arquitectónica ..." Proy. FONDECYT 193-0805.
10O. JOHANSEN."Teoría general de Sistemas", Ed. Limusa, Mex., 1982.
N. de R: En forma resumida sería"la tendencia de los cuerpos a pasar de estados menos probables a estados más probables, llegar a simetría, hasta un equilibrio estático absoluto".
11MARIA INES ARRIBAS, (op. cit).
1REVISTA C.A. N° 75."Colory Reparos Arquitectónicos". Marzo 1994.
13OSCAR JOHANSEN (op. cit).
Imágenes: Archivo INVI.
Población Lo Valledor
Villa O'Higgins, Santiago