Este volumen, segundo de una serie, se proponer una exploración antropológica de un grupo humano ­ la ruralía gallega- en los aspectos universales de su convivencia con el demonio y el mal y en la especificidad de su situación cultural y geográfica. Para ello aborda, en primer término, una suerte de 'geografía exorcística' , describiendo los principales santuarios y sitios en la región gallega especializados en el exorcismo y la lucha contra 'o demo', el demonio, al cual suelen las gentes dejar innominado por el temor que su presencia suscita. El mapa de estos 'recursos' terapéuticos que han de aliviar la permanente lucha contra el maligno sirve de preludio a un estudio en profundidad de El Corpiño, viejo santuario de las románicas tierras del Deza. Como si usara el 'zoom' de una cámara fotográfica, el autor magnifica los rasgos de ese lugar, la 'communitas' de quienes acuden a él en busca de sanación, las personas individuales que comparten ­y al mismo tiempo ponen en entredicho- sus milagrosas propiedades, los sanadores en especial el cura, las 'meigas', las 'bruxas' y los 'corpos abertos' que en conjunto o separadamente integran el caleidoscópico cuadro de una sociedad particular.

No debe quedar la impresión de que el autor intenta convencer a sus lectores de que Galicia es el único lugar de España en que es posible encontrar 'endemoniados', 'obsesos', 'posesos' o 'energúmenos' y sus correspondientes vínculos sociales, incluidos los sanadores. El Corpiño es distintivo por sus peculiaridades, mas no es único. La misma geografía de la demanda señala que sus adherentes, los que hacen un novenario, los que van a tener aplicaciones de evangelios, provienen de algunas comarcas específicas, lo que hace pensar que su fama y eficacia se han propalado por voz y por una suerte de 'contagio' que afecta a familias y grupos. Como es esperable, la mayor proporción de los consultantes son mujeres, muchas de ellas iletradas y la mayoría casadas, maridos y familias trashumantes o emigrantes, lo que insinúa una relación entre la inestabilidad del 'locus' y el trastorno mental. También es evidente que la gente no solamente confía en el poder sanador del santuario, pues también consulta médicos, brujas, espiritistas y otros profesionales del arte de sanar. La práctica de permanecer en el 'situs' del Corpiño es reemplazada progresivamente por la visita dominical y por la compartición de servicios con la medicina y la psiquiatría académicas, si bien los aldeanos saben cuando es 'mal de médico' o 'mal do Corpiño'.

En la triple perspectiva del decir, del hacer y del comportarse, estos descubrimientos invitan a reflexiones de carácter más amplio. La principal pregunta que asegura un trabajo permanente al estudioso de las culturas y las gentes es por qué se escoge la imaginería demoníaca para simbolizar el mal. De tan extendida y universal se la cree invariante. Trasgos, trasnos y toda suerte de seres demoníacos pueblan la imaginación de los pueblos. No puede evitarse recordar a Michelet y su reconstrucción de la historia mental del satanismo y la brujería, señalando cómo el cristianismo desplazó del imaginario europeo a los dioses tutelares y cómo los demonios fueron al tiempo seres malignos, domésticos, graciosos, pérfidos y esenciales para la convivencia. La brujería cobró más vidas por parte de los defensores de la recta fe en la Europa medieval que por artificios demoníacos. Esta dialéctica cultural, que nunca se resuelve, recuerda que los seres humanos y sus entornos nunca son totalmente buenos o totalmente malos. Lo demoníaco y lo divino conviven en las mismas almas en el sincretismo que pervive, aún bajo toda forma de ritual oficial, en la costumbre popular y en el habla de los iletrados. Esta densificación holística de los significados y sus emociones es lo que el libro de Lisón Tolosana rescata a la mirada con esa totalidad del trabajo del antropólogo que, como todo buen científico, sabe ser artista.

El autor, al examinar los actores ­personas y demonios- los comportamientos, las formas de la posesión diabólica, las tradiciones que proporcionan el tejido que luego se transparenta en el lenguaje y en la costumbre, se mueve entre la descripción exacta y la intuición ambigua, retrocede a los orígenes históricos y trae al presente una densidad de observación que solo se encuentra en quienes se compenetran de su asunto.

Podrán algunas de sus afirmaciones parecer discutibles o incluso contrarias al común sentido de los lectores, pero de lo que no cabe dudas es que este libro presenta un ejemplo importante de prácticas culturales asociadas a la idea del Mal y a su corporización en los seres demoníacos. El mismo particularismo del escenario gallego permite destacar lo universal por contraste.

De todo punto de vista, una lectura recomendable.