Sin título ["Si en los grandes sucesos de la época..."]. Sobre el ridículo que, en Santiago, afecta a muchas personas

 

 

 

Si en los grandes sucesos de la época presente puede encontrar el talento trágico la materia más bella, espléndida y amplia para composiciones interesantes y sublimes, no faltan por desgracia muchos asuntos dignos de la sátira jocosa y de las salas de la comedia. Hay seres bien ridículos, bien mentecatos, bien despreciables, que excitan la risa desde los rincones de la gravísima escena en que se van desenvolviendo grandes acciones, y grandes caracteres; saliendo nuevas naciones de la oscuridad; volviendo a 1a nada otras más antiguas; poniéndose de manifiesto toda la ignorancia y degradación de estas; y apareciendo aquellas gloriosas por los talentos, las luces, las leyes, los esfuerzos y los designios. Y en verdad, es cosa bien ridícula la tenaz y obstinada adhesión de algunos a un país lejano, en que solo experimentaron dureza y miseria, y el odio que muestran al nuestro en que han hallado todos los bienes. Se asegura que llega a tanto su furor, que desfogan su ira con sus infelices esposas e hijos, porque aman a su patria. Son igualmente dignos de salir al teatro cómico cubiertos con sus grandes y elásticos sombrerazos, con cigarro en la boca, y un vaso corpulento de licor en la mano, bien sentados y repantigados en una concurrencia brillante, los jóvenes bien nacidos que incurren en estos defectos en presencia de señoras, de personas caracterizadas, y aún de sus jefes, ocupando los primeros asientos con olvido de la atención y de la urbanidad. Estos excesos degradan a un pueblo que trata de elevarse y conciliarse reputación. Debe también recaer lo ridículo sobre los egoístas, los cicateros, los insensibles, los indiferentes a los mayores intereses y a la prosperidad y gloria de su patria, y a la seguridad y libertad de sus compatriotas.