Sin título ["La energía de la virtud republicana, y el celo de la verdad..."]. Exhortación a la manifestación de la opinión de la patria (independencia). (Continúa en Tomo I, Nº 31, Jueves 10 de Septiembre de 1812)

 

 

 

"La energía de la virtud republicana, y el celo de la verdad deben crecer en proporción del furor del crimen, y de la obstinación del error". Con todo, hay hombres que caen de ánimo al momento en que reciben alguna nueva infausta. Estos hombres no son para estos tiempos. Las revoluciones piden almas más grandes. La constancia y magnanimidad deben aumentarse con los infortunios y los peligros. La libertad es la recompensa de la constancia; la servidumbre y la eterna deshonra son el premio de la cobardía. ¿Qué hubiera sido de la causa de la libertad en Grecia, en Roma, en Holanda, en Estados Unidos, si la magnanimidad hubiese cedido a las adversidades? No fuera tan respetable su aspecto en la América del Sud sin la perseverancia admirable de los cochabambinos; ni México se viera ya cubierto de gloria si hubiese ya doblado la cerviz a la áspera fortuna. Buenos Aires, en vez de desmayar con los acontecimientos adversos, consagra a la inmortalidad los nombres de sus ínclitos en la pirámide de 1a fama. Cuando en los campos de Bunker Hill fue muerto el valeroso Warren, dijo al pueblo el orador del cuerpo legislativo: "Volved a vuestras casas a inspirar a vuestros hijos odio a la tiranía. Hacedles de los crímenes de los tiranos una pintura justa y horrible; al oírla, se ericen sus cabellos, sus ojos se inflamen; sus miradas sean amenazadoras; solo respiren      indignación. Entonces dadles armas; volverán vencedores, o morirán como Warren"


La obstinación del error es grande, porque la ignorancia es inmensa. Las nociones útiles, las verdades, que por su naturaleza inflaman el corazón de los pueblos, son raras. Todo es el resultado de un sistema tan opresor como estúpido; todo es fruto de tres siglos, no se si de barbarie, de incuria, o de una lenta tiranía. Ello es [tan] cierto que bajo un gobierno absoluto pocos se fatigan en estudiar los derechos del hombre, porque de nada les sirven; ni en reflexionar sobre la política, porque estos pensamientos están prohibidos a los esclavos, y sólo convienen a los habitantes de los países libres. La experiencia atestigua que las regiones sujetas a un poder arbitrario sólo contienen hombres o embrutecidos, o frívolos, igualmente incapaces de reflexión. Una total indiferencia por la patria, una incuria, una indolencia estúpida, una aversión para todos los asuntos serios, son los efectos naturales de una administración que confía a favoritos despreciables los negocios de más importancia. Los hombres se habitúan a la esclavitud con admirable facilidad; llegan a estar muy contentos, y aún soberbios, con sus cadenas, sus espíritus perseveran en una eterna infancia.


¿Qué remedio, pues, puede oponerse al error, a 1a ignorancia, a todas esas causas odiosas que producen el letargo, y aún la depravación de los cuerpos sociales? Solo hay un remedio, y es la manifestación de la verdad, y la profesión pública y solemne de la opinión de la patria.


En efecto, generalizando la instrucción, esparciendo los principios útiles y sólidos en toda la masa del pueblo, cultivando la razón pública, se debilitará seguramente la funesta influencia de las antiguas causas de error y embrutecimiento. Lo que nos hace conocer la necesidad de que se enviasen por las villas y demás poblaciones misioneros patriotas encargados de iniciar a los pueblos en los principios de la revolución, y en todo lo relativo a la gran causa de la América.


(Se Continuará [3]).


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[3] Véase tomo I, número 31, Jueves 10 de Septiembre de 1812 (N del E).