SALUDO A JUAN TONKIN

Juan Tonkin, gran visir de la Compañía Chilena de Electricidad Industrial, mejor hubiera sido ser el lapidario que escribiese en el relieve de la materia perdurable tu placa defuntiva. Me contentaré con saludarte en tu alta victoria, con mis palabras más fieles, por ahora, Juan Tonkin, especulador de alto bordo, filibustero denodado, hombre de empresas atrevidas. Por fin habéis echado a la bota rota insaciable de vuestros delegatarios los últimos cobres de toda una ciudad, por fin encontrasteis en el gobierno de la desamparada comuna, los caballeros de industria propicios a pactar este último despojo, por fin conseguisteis el alza de tarifas como legítimo premio– justicia es reconocerlo– a vuestra pertinaz actitud de dominador aguerrido. De pie sobre el anhelo nunca habéis conocido la ingratitud de las cosas perseguidas y no iba a ser ahora que tal sucediese tratándose de un golpe sin importancia dado a una ciudad que huele a cadaverina por sus cuatro costados; sarnosa de conventillos, mendicante indigencia, ausente de vitalidad social. Una huelga hasta hace poco era un arma ofensiva en contra de las pretensiones desmedidas de tus representados, pero he aquí, Juan Tonkin, que tus manos sabias utilizan la ley de la transformación de la energía y del hambre y de la extorsión de tus obreros y obreras que podían haberte levantado una horca, sacas, prestidigitador sin igual, con la limpieza de los escamoteos teatrales la doble tarifa en los pasajes de tus tranvías. El pueblo, el mismo que en estos fríos crepúsculos invernales puede incendiar a lo largo de la Alameda, pongamos por ejemplo, todos los tranvías del tránsito, no cree en tus fanfarronadas de capataz, en tus gallardías de calabrés, en tu audacia grande como un carro parque que no es para descrita. Pero yo, Juan Tonkin, de tu posteridad me preocupo, y hoy te saludo tal como eres para los intereses santiaguinos, pernicioso como la sífilis, profesor de energía, parado frente a la ciudad vencida, con tu voluntad de acero y tu magnífica risa de porcelana.

TOMÁS BAXTER.