EL DESCREDITO DE LA POLITICA

Es inconcebible que haya todavía quien se obstine en sostener la eficacia de la acción política. A la vista de la total bancarrota del parlamentarismo, cuando todos los partidos están en descomposición y el arte de gobernar ha puesto de relieve la farándula de la legislación y la burla de la ley, se necesita estar ciego y ser sordo para persistir tercamente en la pretendida virtud de los medios políticos. En ningún tiempo se ha hecho tan descarada ostentación, como ahora, de la truhanería gubernamental y de la farsa parlamentaria. A diario se ponen la ley por montonera los que la elaboran y los que la aplican. A diario los trabajadores denuncian abusos, conculcaciones, atropellos. La impunidad no les enseña nada. El poder de la rutina es más fuerte que todas las experiencias y que togas las reflexiones. Acorralados por la lógica de los hechos ponen sus esperanzas en el buen gobernante, en la ley equitativa, en la justicia honrada, como si cuanto ocurre ahora y ha ocurrido siempre fuera accidental y no de esencia. El argumento se repite hasta la saciedad: “Nosotros haremos...” “Nosotros queremos...” “Nosotros impondremos...” Y vuelta siempre a repetir la vieja historia. Los que vienen después hacen lo mismo que los que vinieron antes. Es la promesa eternamente incumplida. Es el engaño por hábito, por rutina. Es la gran mentira coreada por todos los embusteros, por todos los embaucadores, por todos los vivos de todos los tiempos. ¡Y aún hay, en las filas del proletariado, quien hablando de la acción directa, propicia los medios políticos! Se necesita frescura para disfrazar de tal modo la realidad. Porque no hay nada más reñido con esas dos palabras, acción directa, que la monserga electoral, la pantomima parlamentaria y la falacia gubernativa. El creyente implorando a su Dios agua para los sedientos campos, es algo más lógico que esos revolucionarios de pacotilla que impetran de su amo –la burguesía– leyes protectoras del obrero, justicia para el que trabaja, libertad para el que lucha. El largo rodeo del voto, la diputación y la pragmática para llegar a la igualdad social, a la propiedad común, a la libertad individual efectiva, es lo menos directo y congruente con la finalidad socialista revolucionaria. El voto impone, implica abdicación; la representación parlamentaria es abandono de poderes, encumbramiento de señores; la ley, sometimiento y servidumbre. Por estos caminos se llega directamente a la esclavitud voluntaria, no a la emancipación. Los tiempos heroicos de la democracia, del idealismo revolucionario justificaban el candor popular que esperaba el maná de sus futuros, honrados, bonísimos gobernantes. La experiencia no estaba hecha. Pero, a las alturas de ahora, escandalosamente depravada la política, puestos en la picota hombres y programas, convencido todo el mundo de la burda trama en que descansa el andamiaje estatista, no hay nada que explique siquiera la actitud equívoca de unos hombres que se dicen revolucionarios y comunistas. ¿Persisten por convencimiento? ¿Persisten por habilidad? Por rutina persisten los honrados; por viveza los granujas. El campo de la lucha social se ha trasladado a las fábricas y a los latifundios. La acción directa es de esencia económica. En vano será que se pretenda renovar, purificar la acción política, que es de creación netamente burguesa. El poder de la rutina hará lo suficiente para que, de momento, la preponderancia de los medios políticos parezca imponerse. Mas, a la postre, como el mundo marcha hacia la completa transformación del organismo social y económico, y ello implica la muerte del organismo político, la preponderancia efectiva será para los medios económicos y sociales que son los verdaderamente directos y congruentes con el carácter de las luchas de nuestros días. Fatalmente la venidera revolución será anti-política. El lenguaje del socialismo en todos los tiempos, lo confirma al proclamar repetidamente la necesidad de un cambio violento. Los medios conducentes a este fin, ¿cómo pueden ser de colaboración política y de intervención parlamentaria sin antimonia manifiesta? Participar de esta acción es confirmarla y robustecerla, y la obra del proletariado será y es de negación, de aniquilamiento de todo el sistema de explotación y de gobierno. Sólo la ciega rutina puede sostener lo contrario.

A. R.