Literatura Japonesa

¿Qué es un “haikai”? Cualquier historia de la literatura japonesa, la de Florenz, la de Aston o la de Révon lo explican. Es una composición de forma fija: diez y siete sílabas, distribuídas en tres versos de cinco, siete y cinco, respectivamente. El profesor Chamberlain le da el nombre de epigrama en su estudio sobre Basho, poeta del siglo XVII que cultivó con preferencia este género. Las muestras que dan de esta poesía los libros en que se estudia son de diverso carácter, pero pueden reducirse a dos tipos. Uno que, por meros detalles o alusiones. sugiere una idea de poesía, por ejemplo:

¡Nube de flores! ¿La campana de Uyeno? ¿La de Asakusa

Esto, que apenas quiere decir nada –refiere Aston– significa para el habitante de Yedo todo un panorama de cerezos en flor, a orillas del Sumida, con famosos santuarios en las proximidades. La otra clase de “haikais” captura, en sus tres versos, una imagen pintoresca:

¿Vuelve al tallo las hojas desprendidas? ¡Son mariposas!

He aquí, por lo tanto, que unas requieran la elaboración del que escucha y otras hablan por sí. Podríamos llamarlos “haikais” de evocación o recuerdo. Entre unos y otros hay cierta categoría, al parecer enigmática, que puede conocerse por un ejemplo muy citado:

Siembra de sueño para todos, de día: luna de otoño.

La explicación que de esto se da es que la luna otoñal es tan hermosa, que mantiene despiertos a los hombres hasta muy tarde y al otro día se caen de sueño. Es como una clase intermedia. Un haikai japones no es sino la reducción de la otra forma fija de poema clásicos. La tanka tiene dos versos más de sílabas, después de los tres versos del haikai: consta, pues, de 31 sílabas en total:

Cae poco a poco lluvia de primavera; más no deshojes las flores del cerezo sin haberlas yo visto. Tienen las flores el color de la nieve no es fácil verlas; pero se las descubre tan solo por sus aroma

Hemos intentado, en estas versiones, hechas a vuela pluma, encontrar en el ritmo, y según el cómputo de nuestras sílabas en la versificación, un equivalente al de los originales. Y de seguro los lectores han llegado ya donde les queríamos llevar: a la semejanza del cantar español con la tanka y con el haikai japones. Las treinta y dos sílabas de nuestra copia de cuatro versos, o las veinticuatro de la “solear” y, mejor aún, la alternativa de versos de siete y de cinco en la seguidilla, asemejan en extremo nuestro canto popular a la poesía del Japón en ambos géneros clásicos. En la nuestra domina sobre el pintoresco y aún sobre lo puramente lírico, lo sentencioso, y sobre lo directo de la expresión, cierto énfasis conceptista, sin que falten ejemplos de suma naturalidad, tanto en los cantares populares como en los de poetas cultos.

D.C.