ENSEÑANZAS DEL MOMENTO

Así como es de interés para el conocimiento de un organismo observarlo en el periodo agudo de una enfermedad que lo afecta, resulta de suma importancia contemplar la actitud de los hombres y de las organizaciones que ellos forman durante las crisis sociales por que atraviesa la colectividad. Pues tal como el enfermo lucha con mayor o menor fuerza—por medio de sus defensas naturales—contra los morbos que lo invaden, poniendo en evidencia el valor de su constitución para resistir al mal; así también los individuos o grupos sociales, se resisten o se dejan someter a principios o normas que antes rechazaban a priori, demostrando—gracias a estas circunstancias—su honradez o la fuerza de sus convicciones.

Esto lo traemos a colación a propósito de la actitud observada por los obreros y estudiantes que se llaman a sí mismos “revolucionarios” en las inscripciones electorales últimas y en las campañas eleccionarias que se inician en todo el país. Individuos que se creen anarquistas porque lanzan una piedra a una ventana indefensa o porque insultan al Presidente de la República que les negó un empleo, o porque silbaron al cardenal Benlloch porque no les dieron los recortes de la hostia el día de comunión, y que a la menor resistencia van a todas partes a doblar la cerviz y a cantar un mea culpa en tono plañidero; individuos que se sienten anarquistas cuando se les descompone el intestino y que dejan de creer en el hambre apenas han comido; tales son los que en este último tiempo han descubierto hocico y garras de arribistas despreciables, y que hasta ahora gozaban de un prestigio de hombres, del cual no merecen ni la etiqueta. Se les ha visto pechando por entrar a las mesas inscriptoras y atacando de hecho a los paniaguados que manejan estas sepulturas de la libertad popular, con una saña que jamás se les conoció para defender los ideales que dicen pregonar. Y no ha parado aquí su desvergüenza, pues aun tratan de disfrazar su claudicación, alegando que se inscriben para ocupar la mayor parte de los registros con nombres de “abstencionistas” y hacer fracasar las elecciones por falta de votantes. ¡Valiente manera de apagar la fogata, convirtiéndose en leño! ¡Como si los caimanes que mangonean las urnas, que no se amainan en resucitar cadáveres, se fueran a detener para tomar el nombre de los vivos! Es un argumento tan “inteligente” el que usan para justificarse, que bien se lo pueden ir a contar a sus abuelas (las cuales, seguramente, ya están en el hospicio).

Otros ejemplares más activos de esta fauna de “anarcoides” les han metido el diente a los sindicatos para reunir “masa” y poderse vender a mayor precio como representantes de los gremios. Y por ahí ya ha empezado a reunirse un “comité de secretarios generales para impulsar todas las leyes que benefician al obrero”. Y admírese el compañero lector, los dirigentes de él fueron hasta ayer enemigos encarnizados de la ley y todavía conservan en el salón en que se reunen un estandarte en que aparece tan gañán pisoteando una cruz, una bolsa de monedas y un código; a pesar de que un indiscreto que estuvo allí me ha contado que estos tres signos ya han desaparecido, pues los miembros de tal comité andan con la bolsa en la cartera, la cruz en el pecho y el código en el taparrabo.

Creemos que estos “anarcoides”, están a la altura de los comunistas que han publicado un aviso ofreciendo pactos electorales a cualquier partido de la burguesía. ¡Seguramente para hacer más pronto la volución social (?) en compañía de los conservadores, ya que no les ha resultado con los radicales! Merecen pertenecer al mismo corral estos excelentes “tácticos”!

Creemos que es la oportunidad es propicia para expulsar de todas partes a estos sujetos, que se aprovechan de la falta de cultura de los trabajadores para desorientarlos y entregarlos maniatados a una de las dos corrientes políticas—alianza o coalición—que hoy se disputan el poder echándose recíprocamente el San Benito del hambre de los empleados públicos y de la crisis nacional, y no logrando demostrar otra cosa que el fracaso del Estado aún para mantener a sus propios empleados, que es lo menos que se le puede exigir!

Al mismo tiempo se podría iniciar una acción francamente antipolítica por todos los sindicatos revolucionarios y agrupaciones afines, enviando oradores y repartiendo proclamas en todos los sitios en que se reunen obreros con fines electorales. El resultado no será inmediato, pero se empezaría así una lucha abierta que hace muchos años debió comenzar.

J. GANDULFO.