Las Organizaciones Estudiantiles

En artículos anteriores hemos esbozado nuestros pensamientos pesimistas respecto de la realidad estudiantil del presente. Pero no habramos creído que la realidad iría a confirmar con tan implacable presteza nuestras precisiones. Hoy vemos que las lacras que corroen de antiguo a los organismos universitarios hacen crisis. Ya no hay salvación. Por un lapso de tiempo más o menos largo, Federaciones y centros morirán aplastados por el peso de las vergüenzas que actualmente les señalan. ¿Podrán resucitar? Por lo pronto esta última pregunta no nos interesa: lo fundamental es hacer notar como la Federación Fisco-Nacional ha caído en el abismo y cómo la Universitaria parece seguirla en su marcha ciega de desviación acaso inevitable.

En la Federación Fisco-Nacional, formada por un gobierno al cual aparecía como un peligro en acto o en potencia la acción más o menos externa de la Federación de Estudiantes, se asiló una banda de piratas que no tenía, como vulgarmente se dice, sin dios ni ley. Su logro primero era el personalismo caudillesco de la figuraciones encubierto so capa del desempeño de puestos de responsabilidad. Su finalidad postrera la constituían otros objetivos manos nobles si cabe, más ruines, más alejados del área talvez demasiado amplia de lo que la juventud juzga moral y aceptable.

De tal modo, entregados sin control a sus apetitos incontenidos, los piratas han tomado un día todo el dinero que produjeron las últimas Fiestas de la Primavera—este año más que ninguno industrializados—y lo han dejado caer en su bolsillo de vagabundos elegantes, fatuos y sin sentido. Hubo en la Federación Fisco-Nacional un saqueo interno organizado por una horda inescrupulosa compuesta por individuos como Luis Escala, Raúl Slater, Arturo Nato y otros, y actualmente un aviso de alquiler en el local de ella denuncia las consecuencias de la brillante maniobra de dichos “estudiantes”. Falta de fondos, ya que lo robado no será restituido, la Federación Fisco-Nacional clausurará su club, finiquitará sus languidecientes y torpes actividades públicas y se irá disolviendo porque los escasos hombres honrados que en ella quedan, no querrán verse mezclados a un fin tan poco enaltecedor.

Los saqueadores, por paradoja, serán los últimos en huir, porque al cabo irán quedándose solos y no sabrán hasta muy tarde el desprecio general los rodea implacablemente. Hoy acaso no sentirán otra cosa que la satisfacción que todo individuo sin escrúpulos experimenta por haber logrado forzar la buena fe a los ilusos que confiaron en la pericia y hasta en la honradez de su gestión. Y todo esto se ha producido a pesar de la aparatosa cuestión exclarecedora de los denuncios de malversaciones hechos en forma pública hace ya un número grande de días. Los componentes de tal “tribunal”, por amistad con los estafadores, por compadrazgos muy explicables pero que les hacen caer moralmente junto a los inculpados, envueltos en el mismo descrédito y reos de complicidad o al menos de debilidad para con ellos, no han hecho otra cosa que, en términos criollos, “echarle tierra al asunto”. Saben que todo lo olvidamos en un tiempo relativamente breve, y por eso conspiran a que corra el tiempo en el silencio que cubre toda falta, por grande que sea. Pero se equivocan si creen que todos tenemos la misma capacidad de olvido. Los Slater, Escala, Nato, han sido acusados de desfalco y no han probado su inocencia. Sometidos a su control han desaparecido unas cuantos decenas de miles de pesos cuyo destino no se conoce aún. ¿Son o no, en consecuencia, dignos del anatema que los estudiantes sin distinción alzan en contra suya?

La Federación Universitaria, por su parte, puede correr la misma suerte. Hay numerosos factores que forzosamente han de influir de manera desfavorable en su vida, entre los cuales pueden citarse su reciente fundación, la inexperiencia de sus dirigentes y de quienes aspiran, más o menos secretamente, a dirigirla, etcétera. Pero el más grave de todos es el virus político que so capa de un acuerdo, de una discusión, de una actitud cualquiera del organismo, se infiltra lenta pero hondamente en las venas de ese cuerpo joven. Años hubo en la fenecida Federación de Estudiantes en que se recluta de entre sus miembros un número crecido de asambleístas políticos, especialmente radicales. Hoy sucede semejante en la Universitaria, único matriz que la hace parecer afín a la antigua organización estudiantil.

Pero en la Federación de Estudiantes era mayor acaso el número de los abstinentes que el de los que intervenían en política, y los primeros desarrollaban una acción social ajena al partidismo y empeñada en liberar al pueblo de sus seculares cadenas. En la Universitaria hay una lucha solapada e ingeniosa entre el presidente, que es católico y conservador, apoyado en un grupo reducido de jovencitos discretos y vacíos, y el núcleo del Directorio en el cual hay predominio de ideas radicales, más o menos ajustadas al programa del partido de este nombre. Naturalmente los segundos han hecho todo lo que han podido por conseguir que el presidente de la Federación sea una hechura de sus convicciones políticas, y para ello han querido en más de una ocasión derribar la combinación Vial Cruzat que, acollerados, son amos y señores. No es raro que todo esto suceda. La situación se mantiene “in statu quo” gracias a la incapacidad del directorio para una obra cualquiera que demande algún esfuerzo espiritual. Todos como el señor Vial y enérgicos ineptos como el señor Cruzat son a los ojos de aquél los más destacados miembros de la colectividad estudiantil y los más genuinos representantes de sus “pensamientos” e “ideales”. En esta forma lo mejor, lo más sano, lo más cuerdo, lo único recomendable es que acabe toda farsa del más apático y hasta indigna al que ha hecho de la serenidad un culto. Como dijera Zaratustra, hay que espantar a estos mosquitos que nos impiden ver el sol con su cortejo innumerable de alas agitadas por los apetitos más inconexos y beocios.

Eugenio GUZMÁN MATURANA.