Cobardía y Servilismo

Vicuña Fuentes decía, refiriéndose a las naciones en general, que en la política hay falta de nociones morales. Chile, que tiene cierta celebridad mundial por su porcentaje de analfabetos y de alcohólicos, también debía tenerla por el crecido número de degenerados morales que medran en su política y en la administración. El desarrollo de los últimos acontecimientos relacionados con la exoneración del profesor arriba nombrado, nos han dejado una sensación de cobardía y servilismo generales. Cobardía en el Ministro de Instrucción, en el de Hacienda, en los miembros del Consejo, en la mayoría de los profesores, en un gran número de políticos y en el Presidente de la República. Cobardía mezclada de estupidez en el Rector de la Universidad. Servilismo en el Primer Alcalde de Santiago y en los Rectores del Instituto Pedagógico y Nacional. Unos no se atreven a impedir la consumación de un acto que repudian con todas las fuerzas de su alma, los otros se ofrecen y prestan a defender o a escribir actuaciones que ellos saben malas e injustas. En Chile, por sobre todo, hace falta hombres. Hombres que sean capaces de decir lo que piensan y pensar lo que dicen. Hombres que se atrevan a protestar en contra de una organización social corrompida. Hombres que sepan ofrecerse al castigo ciego de las mayorías inconscientes. A estos hombres no los encontraremos si, con la linterna de Diógenes en la mano, recorremos las calles de la ciudad, empezando por la de la Moneda.

Los últimos acontecimientos han venido también a probar la evidencia de uno de nuestros aforismos doctrinarios: la concentración de funciones en el presente régimen social. La concentración económica, que convierte las empresas privadas, primero en compañías económicas y después en grandes «cartells» y «trusts», determina una concentración progresiva en las funciones de gobierno. El poder se concentra cada vez más en el Ejecutivo, con detrimento de las atribuciones de los parlamentarios. En la solución de los conflictos sociales, en el manejo de las relaciones exteriores, en la dirección misma de la Hacienda Pública, se nota cada vez mayor influencia de parte del Ejecutivo. En los países como Inglaterra, Francia y Estados Unidos que, con pretexto de la guerra, disminuyeron la intervención de los parlamentarios, esta disminución no ha cesado con el restablecimiento de la paz. El diputado socialista argentino, Augusto Bunge dice al respecto: «El gobierno parlamentario como único órgano expresivo de la voluntad popular es emanación directa del régimen económico individualista actual. El capitalismo llegado a la fase de su concentración en vastas combinaciones –cartells o trusts– no necesita de los parlamentos, pesada maquinaria cuyo control le ocasiona considerables gastos en fondos electorales, para hacer elegir un número suficiente de hombres de confianza, y cuyo funcionamiento suele escapar a su fiscalización a consecuencia del número creciente de representantes socialistas y radicales avanzados. Cuanto menos hablen y hagan los parlamentos, tanto mejor. Además, las vastas empresas que el capitalismo imperialista tiene que confiar al Estado en servicio de sus propios fines, no pueden ser administradas dentro de la actuales formas de gobierno, sino por un mecanismo burocrático, bajo la dirección inmediata del Ejecutivo. La hipertrofia del Ejecutivo es, por lo tanto, inevitable resultado de la concentración de funciones que exige la evolución capitalista, mientras las formas políticas-administrativas se mantengan dentro del marco tradicional de la democracia burguesa. En consecuencia, ella tiende a dejar de ser democracia, y termina así por negarse a sí misma». (1) En el caso de Vicuña Fuentes, el Ejecutivo hizo valer su influencia decisiva en el Parlamento, en las asambleas políticas y en el Consejo de Instrucción Pública. Sólo así se explica que haya acallado las voces de protesta de representantes de (página siguiente) partidos que se llaman pomposamente defensores de la libertad. Esto nos demuestra, finalmente, que es imposible ser a la vez partidarios de la libertad y del orden establecido. Lo uno excluye a lo otro.

S. URETA CASTRO.

(1) Democracia burguesa y democracia obrera. Augusto Bunge.